Luz, cámara y olvido: el cine sanjuanino en la segunda mitad del siglo XX y una historia a medio contar

¿Se hacía cine en la provincia? ¿Dónde se podía ver? ¿Se podía ver? Esta nota pretende una aproximación al fenómeno del cine sanjuanino, su proyección y su censura a través de un repaso histórico.

Alguien dijo alguna vez, sobre el cine local: “No se puede censurar aquello que no existe” o, mejor dicho, aquello que no se promovió activamente. La cinematografía en San Juan no es nueva, pero a veces parece serlo. Son pocas las cintas que se conocen anteriores al nuevo milenio, a excepción de aquellas paradigmáticas, como lo son La Difunta Correa (1973) con Lucy Campbell. Pero existe una gran producción de cine sanjuanino, desgraciadamente perdido en la historia. 

Lucy Campbell en La Difunta Correa. Foto: Genileza Fundación Bataller

Lo mismo se puede decir de los cines. Que la provincia conserve tan solo tres cines comerciales, un par de Salas INCAA y un puñado de salas de proyección departamentales hace ver como ficción a la ciudad que alguna vez supo tener un centenar de salas proyectando cine todos los días.

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Existe cine sanjuanino y, además, se hizo cine en San Juan. El cine sanjuanino tiene tres etapas claras, de acuerdo al origen de la producción y el formato; mientras que el cine en San Juan tiene dos etapas claramente diferenciadas. 

Cine en San Juan

En un primer momento, el cine sanjuanino no existió per se, sino que existió cine en San Juan. La inflexión es completamente intencional, en tanto que la primera producción, que se encuentra disputada respecto a su filmación o no en la provincia, es Su Mejor Alumno (1944), película de Lucas Demare que se propuso relatar la historia de Sarmiento y que cuenta con escenas en su primer hogar en la provincia.

Jorge Preloran, uno de los principales referentes del cine etnográfico argentino

Producciones que continuarán con El Alma de los Niños (1951) de Carlos F. Borcosque (producción disputada), Los Mochileros (1970), Argentinísima (1972) e incluso, la censurada en la provincia Valle Fertil (1972) de Jorge Preloran, película que merece un análisis aparte. 

Valle Fertil (1972), de Jorge Preloran.

Este cine, que incluso continuara después de la primera película sanjuanina propiamente dicha (El Guerrero y la Hechicera (1984)), pensaba San Juan como locación. Una locación privilegiada por la belleza de sus paisajes y lo claro de sus cielos, pero también, por lo poco accidentada que es la filmación en la provincia: el clima suele acompañar las filmaciones por las pocas precipitaciones (algo que se usará como fundamentación futura para la Ley de Cine de la Provincia -Ley 762-F-). Este es cine en San Juan, no cine sanjuanino, en el sentido de un cine con una identidad local. 

Esta etapa dura hasta Highlander II (1991), película que por su accidentado rodaje —que incluso tuvo fallecidos en set—, así como las políticas neoliberales de los noventa que desfinanciaron la cultura del país, enterraron el cine en San Juan por más de una década.

El cine volvió a San Juan de la mano del INCAA con Tres Pájaros (2002), Arizona Sur (2007) y Juan y Eva (2011), películas que volvieron a pensar a la provincia como una locación privilegiada, pero con un enfoque distinto, plantando una semilla respecto al cine distintivo local. Semilla que florecerá con las primeras producciones nacionales, con trabajadores o actores de la provincia, como Los Nadies (2015) o La Novia del Desierto (2015).

Juan y Eva (2011), de Paula de Luque.

Cine sanjuanino

Por su parte, el Cine sanjuanino (entendido como el cine hecho en San Juan por habitantes de la provincia) inicia con la ya mencionada Difunta Correa (1975) de Hugo Reynaldo Mattar, que inaugura una serie de producciones conjuntas entre este y su compañera de vida y guionista, la actriz Lucy Campbell. Juntos, trabajaron en una docena de microproducciones documentales, producciones para televisión y una serie que hasta ahora se encuentran perdidas. Asimismo, fundaron una escuela de cine junto a su hijo, Alí Reynaldo Mattar Campbell, que también colaboró en el segundo largometraje de la pareja Visión de un Asesino (1981). Este cine, costumbrista y local, tiene allí su última producción. 

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Desde entonces, comienza un cine menos comercial y absolutamente independiente, producido a pérdida o apenas con algún apoyo provincia de los espacios de cultura. Esto incluye desde las producciones de Ali en Cateo (1992) y Flor del Quinto Cuartel (perdida); a las obras de Pepe de la Colina y su productora, a las cintas de Daniel Valenzuela, a los documentales de Mario Bertazzo y a las producciones independientes que se perdieron en el camino. Es un cine mucho más «casero», de producción y distribución limitada, con financiamiento limitado (de algunos departamentos de cultura municipales o provinciales) y del que se conservan un porcentaje limitado del total de producciones. 

Cateo (1992), de Ali Reynaldo Mattar.

Esto fue así hasta el desembarco del INCAA en el nuevo milenio, al comienzo con producciones aisladas (como la mencionada Los Nadies) y posteriormente con la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (ENERC), que dio un soplo de vida al cine en la provincia. Impulso que puede verse en la gran cantidad de producciones locales en los últimos cinco años.

Desde entonces, gracias a las cortos audiovisuales / tesis de la ENERC (que han tenido un gran reconocimiento, siendo varias de ellas reconocidas en festivales nacionales e internacionales), así como a las producciones independientes de los grupos surgidos de la misma institución, hemos llegado a tener producciones que se aproximan a las dos cifras (o superan) de manera anual.

Restará ver qué nos deparará el futuro respecto al cine. 

Huésped, tesis de la ENERC Sede Cuyo dirigida por Pablo Gómez.
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