Azucena, la madre del Alfonso XIII
Esta crónica recorre la inauguración de la primera aula de las Brigadas Educativas en el barrio Alfonso XIII, Pocito. Y pone el foco en la figura de Azucena, la mujer que convirtió su casa en el epicentro de la vida vecinal.

La del sábado 26 de abril es una tarde agitada en la casa de Azucena Arancibia. Alrededor de cincuenta personas están en su terreno. Una mesa se extiende con vasos de jugo y medialunas; mates amargos, algunos más lavados que otros, pasan de mano en mano; el humo de la chimenea de la casa de al lado se apodera del aire y se impregna en todos lados. Por la calle pasan algunos autos y algunas carretas que aminoran la velocidad para ver qué es lo que está pasando en aquel rinconcito entre las calles 13 y 14.
Alfonso XIII se ubica a alrededor de 20 kilómetros de Capital, hacia el sur. Es un barrio popular, lo que significa que más de la mitad de la población no cuenta con título de propiedad del suelo ni acceso a dos o más servicios básicos, como red de agua corriente, de energía eléctrica con medidor domiciliario y/o agua cloacal. Como el Alfonso, existen alrededor de 36 barrios en San Juan (donde viven más de 3 mil familias) y en Argentina se estiman 6600, según el Registro Nacional de Barrios Populares.
De nuevo: Alfonso XIII está a sólo 20 kilómetros de Capital. No es un asentamiento fronterizo ni es necesario recorrer una enorme distancia para llegar a él. Está ahí, camuflado con la forma de ranchos de adobe y techos de chapa, esos que pasan desapercibidos todos los días. Un enorme camaleón edilicio en el que viven sanjuaninos. Aunque nos olvidemos.

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Poco a poco, el terreno de Azucena Arancibia se llena hasta que prácticamente no entra una sola persona más. Hay vecinos, profesores, autoridades de la Universidad Nacional de San Juan, referentes sindicales y del Frente Patria Grande e integrantes de las Brigadas Educativas.
Las Brigadas Educativas son un grupo de estudiantes y trabajadores que se dedican a brindar clases de apoyo escolar en tres barrios de San Juan: Villa Libertadores, La Esperanza -un asentamiento que se enfrenta al desalojo- y Alfonso XIII. Ellos son el motivo de tanto movimiento la tarde del 26 de abril: están inaugurando el aula Bandera Argentina, su aula, el lugar en el que, cada sábado, las infancias del Alfonso reciben clases de apoyo escolar, desayunan, son contenidos, comparten, juegan y hacen amigos.
Pero la protagonista de la jornada es Azucena. La dueña de casa. La mujer que recibió a los brigadistas allá por 2020, cuando la policía los expulsó del terreno baldío en el que daban sus clases. La mujer que les permitió llenar su patio y su casa de mesas y bancos; que se comprometió a prepararle el desayuno a los más de 30 niños que acuden ahí cada sábado desde hace 5 años. La mujer que no sabía leer ni escribir hasta que los brigadistas (sus «hijos», dirá ella) se ofrecieron a enseñarle.

Quien abre el acto es la brigadista Jorgelina Aubone, luego hablan Mateo Molina, uno de los fundadores de la organización, y Sebastián Sánchez. Más tarde se suma Eduardo Camus, referente de Patria Grande en San Juan. Y cierra Azucena Arancibia. Se le escapan las lágrimas al hablar y finalmente se quiebra cuando corta la cinta del aula. Estallan los aplausos y empiezan los abrazos.
El aula se construyó en el marco de la obra de núcleos húmedos que llevó a cabo la cooperativa La 135 y el Fondo de Integración Sociourbana. El proyecto, que fue congelado desde Nación en 2024, logró construir alrededor de 30 baños y cocinas en las casas del Alfonso XIII. Baños y cocinas: eso significa que, antes de la obra, treinta familias no podían cocinar con gas y debían utilizar una letrina. De nuevo: a 20 kilómetros de Capital.
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—Estoy muy agradecida. —dice Azucena cuando la emoción de la inauguración empieza a bajar.—Nunca me imaginé, cuando abrí las puertas de mi hogar, que sería algo tan hermoso.
Habla dentro del aula, en el escaso tiempo libre que tiene entre saludos, abrazos y felicitaciones de la gente que entra por tandas y recorre el espacio de clases, la cocina y el baño. No para de hablar de «sus niños», sustantivo que engloba tanto a los chicos y chicas que asisten a las clases como a los integrantes de las Brigadas Educativas.
Azucena tiene 56 años y vive en el Alfonso XIII con 3 nietos y 4 de sus 13 hijos. Su hogar, poco a poco, se fue convirtiendo en el epicentro del barrio. En un futuro no sólo será el espacio de encuentro de las infancias: uno de los planes que traman las Brigadas Educativas, con el permiso de la dueña de casa y a través de un trabajo territorial exhaustivo, es acondicionar el aula para brindar, también, talleres de oficios y de capacitación para los adultos del Alfonso.
—Ver esto realizado es poco creíble —continúa Azucena—. Pero es verdad que está.