El giro chileno: Jara y Kast al balotaje en una elección marcada por el voto duro y el avance ultraderechista
La primera vuelta confirmó un país partido, con una derecha fortalecida y un electorado volátil que puede inclinar la definición hacia cualquier lado.
La elección presidencial chilena del último 16 de noviembre estuvo marcada por el regreso del voto obligatorio. Los ejes centrales —muy similares a los que se observan en otros países de la región, algunos demasiado cercanos— giraron en torno a la inseguridad y al creciente fastidio con la política tradicional. Finalmente, la jornada confirmó un escenario previsible: habrá balotaje. Los dos candidatos más votados que avanzan a la segunda vuelta, prevista para el 14 de diciembre, son Jeannette Jara y José Antonio Kast.
Jeannette Jara, la candidata respaldada por el presidente Gabriel Boric, logró imponerse por un margen leve en esta primera ronda. Es la figura más competitiva del oficialismo y referente del Partido Comunista, aunque en Chile la describen como una “comunista disidente”, con un estilo más dialoguista y moderado. Según los datos preliminares, Jara obtenía el 26,71% de los votos con el 93% de las mesas escrutadas.

El segundo lugar quedó en manos de José Antonio Kast, líder del Partido Republicano. Para algunos es un dirigente de la centroderecha; para otros, un referente de la ultraderecha. De hecho, llegó a reivindicar a Pinochet y sus convicciones religiosas lo conviertieron en un referente de la agenda conservadora con declaraciones contra el matrimonio igualitario. Kast reunió el 24,12% de los votos y volvió a demostrar su capacidad para ordenar al electorado de derecha detrás de su candidatura. En cualquier caso, se consolidó como el adversario directo para el balotaje. Kast reunió el 24,12% de los votos y volvió a demostrar su capacidad para ordenar al electorado de derecha detrás de su candidatura.
El balotaje obligará a Jara y Kast a disputar el voto más volátil del país.

Los dos candidatos que se ubicaron en el tercer y cuarto lugar dejaron en evidencia la fractura del mapa político chileno. El sorpresivo tercer puesto fue para Franco Parisi, abanderado del Partido de la Gente y referente del populismo de derecha, quien volvió a instalarse como un actor relevante y alteró la lectura tradicional de la escena política. Obtuvo el 19,42% de los votos. Su fórmula conectó con una clase media cansada y desconfiada, y su resultado expresa claramente un voto de desencanto y antipolítica.
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El cuarto lugar fue para Johannes Kaiser. Catalogado también como parte de la derecha dura y del libertarismo ultraconservador, obtuvo el 13,93% de los sufragios. Si se suman los apoyos de Kast, Kaiser y Evelyn Matthei (quien quedó más atrás con el 12,7%), la derecha alcanza en conjunto alrededor del 51% del electorado, un dato que sus referentes leen como un “triunfo” en términos de fuerza política.
Así, esta primera vuelta mostró un país dividido en dos orillas claras, con los polos dominando la contienda. En ese escenario, el electorado de Parisi se vuelve un caudal volátil y decisivo, que tanto Jara como Kast intentarán seducir con intensidad.
Impacto del control derechista del Congreso
Los resultados parlamentarios fueron leídos como un golpe aún más duro para el gobierno. La oposición obtuvo un desempeño contundente en las elecciones senatoriales, un segundo triunfo para la derecha en la misma jornada. Con la suma de sus fuerzas, ese sector logró asegurarse la mayoría tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados.
Esa mayoría opositora se convierte en un dato central para cualquier agenda legislativa futura, gane quien gane la presidencia. En la práctica, significa que, ya sea con Jeannette Jara en La Moneda o con José Antonio Kast, el Congreso funcionará como un freno considerable. Con ambas cámaras bajo control opositor, la agenda del Ejecutivo deberá negociarse de forma constante con fuerzas que rechazan varios de sus proyectos más relevantes.

Si Jara llega a la presidencia, necesitará sumar apoyos moderados y definir su postura en un escenario político muy fragmentado. El dominio opositor complicará cualquier intento de avanzar con políticas que continúen la senda progresista del gobierno anterior, como la reformulación del sistema privado de pensiones o la posibilidad —aún trunca— de impulsar un cambio constitucional que reemplace la Carta Magna heredada de la dictadura.
Si Kast gana, su agenda centrada en el “orden”, la mano dura contra la delincuencia y las deportaciones masivas encontrará un camino más despejado gracias al control de su sector en el Congreso. Sin embargo, aun así necesitará dialogar con otros espacios —incluidos los votantes volátiles de Parisi y un electorado moderado que desconfía de los extremos— para ampliar su techo político. Ese límite podría obligarlo a moderar ciertas propuestas, incluso con mayoría legislativa.
La irrupción de Parisi y su impacto electoral
La irrupción de Franco Parisi en la elección presidencial —con un inesperado tercer puesto y el 19,61%— alteró por completo los cálculos tradicionales de la derecha y de la izquierda. Su presencia instaló a un nuevo actor, impredecible y altamente volátil, en el centro del mapa político chileno.

El electorado de Parisi expresa un voto de descontento. Es un sector que desconfía de la política, que prefiere alternativas nuevas y que rechaza las estructuras partidarias. Su éxito se explica, en parte, porque logró captar a una clase media cansada, distante y cada vez más escéptica frente al sistema, lo que representa una ruptura en las lealtades que históricamente sostenían a los bloques tradicionales.
Su base de apoyo suele describirse como el “ciudadano mall”: aspiracional, de clase media, consumista, hijo del neoliberalismo y profundamente expuesto a los vaivenes económicos. Ese caudal de votos, tan volátil como decisivo, se convirtió en el territorio más codiciado por los candidatos del balotaje. Tanto Jara como Kast necesitan conquistar a este grupo para llegar con fuerza a la segunda vuelta.
Aunque las fuerzas de derecha —Kast, Kaiser y Matthei— sumaron alrededor del 51% de los sufragios, la presencia de Parisi complica cualquier transferencia automática de votos hacia Kast. Pese a ubicarse en la derecha populista, Parisi es visto como un dirigente menos ideológico, dispuesto a prometer “cualquier cosa a cualquier precio”, según sus críticos. Ese perfil vuelve difícil un pase lineal de apoyos hacia un candidato con un ideario ultraconservador y ultraliberal como Kast.

Kast llega al balotaje con una base disciplinada, pero también con un límite evidente: su techo electoral. Para superarlo, necesita seducir a votantes moderados y, sobre todo, a quienes apoyaron a Parisi. Son electores que no acatan órdenes, desconfían y deciden en soledad.
El problema para Kast es que ese electorado rechaza las etiquetas ideológicas. Por eso, no basta con compartir su ubicación en la “derecha” para atraerlos. Son votantes que eligen desde la distancia y que castigan cualquier rigidez partidaria.
Del otro lado, la irrupción de Parisi obligó a la izquierda, representada por Jeannette Jara, a ampliar su desafío más allá del oficialismo. La candidata sabe que casi la mitad de los chilenos no votó ni por ella ni por Kast; por eso, apunta a escuchar a esos sectores. Adelantó que incorporará propuestas de otros partidos, un gesto que busca acercarla al electorado aspiracional de clase media, a emprendedores y a trabajadores independientes que apoyaron a Parisi. Es un desafío delicado para una dirigente del Partido Comunista, incluso con su estilo moderado y dialoguista.
