De la hegemonía del MAS a la “transición suave”: el ascenso de Rodrigo Paz en una Bolivia en crisis

El economista centrista promete estabilidad tras 20 años del MAS, en un país con inflación, falta de dólares y un Congreso dividido.

Bolivia tiene nuevo presidente y, al parecer, también un nuevo signo político. Rodrigo Paz Pereira, senador y economista, se impuso en la segunda vuelta y se convirtió en el nuevo mandatario boliviano. Lo hizo como candidato del Partido Demócrata Cristiano (PDC). Aunque muchos lo ubican en la centroderecha, su discurso dista bastante de los tonos extremos que caracterizan a figuras como Javier Milei o Jair Bolsonaro. Incluso, hay quienes lo definen simplemente como un dirigente de centro.

Tarija, Bolivia. 19 de octubre de 2025. REUTERS/Sara Aliaga

Paz obtuvo el 54,53% de los votos con el 98,2% del escrutinio preliminar. Su victoria se confirmó el mismo domingo 19 de octubre y puso fin a veinte años de hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS). Derrotó a su rival de derecha y expresidente Jorge “Tuto” Quiroga, de 65 años, candidato de Alianza Libre, que se quedó con el 45,47% de los sufragios en este histórico balotaje.

La inédita segunda vuelta en la historia política boliviana se resolvió en medio de una profunda crisis económica. El triunfo de Paz Pereira se explicó, en parte, porque el electorado lo percibió como una “transición suave” frente a la propuesta de Quiroga, que prometía un giro drástico de 180 grados.

Rodrigo Paz. Foto: EFE/Luis Gandarillas

El presidente electo, que asumirá el poder el 8 de noviembre, hizo campaña bajo el lema “Capitalismo para todos”, con promesas de reformas económicas moderadas: mejorar el funcionamiento de los mercados, reducir el tamaño del Estado para hacerlo más eficiente y formalizar la economía. Esa mezcla de moderación y pragmatismo le permitió conectar con la clase media indígena y con votantes de izquierda que rechazaron el plan más radical de Quiroga.

Que Rodrigo Paz haya ganado la presidencia significa que deberá asumir de inmediato una administración en crisis: recesión económica, inflación del 25%, escasez de dólares y un desabastecimiento de combustible que obliga a los bolivianos a hacer filas interminables. Los desafíos económicos serán su prioridad. Su éxito dependerá del respaldo social que logre para aplicar los ajustes necesarios, entre ellos la posible eliminación del subsidio al combustible.

Además, tendrá que gobernar con un Congreso fragmentado. Su partido, el PDC, cuenta apenas con la primera minoría: 16 de las 36 bancas del Senado y 47 de las 130 de Diputados. El desafío, por tanto, será tejer amplios consensos para avanzar con sus medidas.

¿Quién es, de dónde viene y hacia dónde va Paz Pereira?

A Rodrigo Paz Pereira se lo ubica en el espacio centrista del mapa político. Aunque evita definirse ideológicamente —y reparte consignas que van desde la derecha hasta la socialdemocracia—, su campaña giró en torno a un lema: “Capitalismo para todos”.

Rodrigo Paz. Foto: Reuters

Hijo del expresidente Jaime Paz Zamora, nació en el exilio en Santiago de Compostela, España. Tiene una extensa trayectoria pública: fue diputado, concejal y alcalde de Tarija entre 2015 y 2020. Su perfil, de tono moderado, logró conectar con la clase media indígena y con votantes de izquierda que antes respaldaban al MAS.

Su victoria fue interpretada por los analistas como el triunfo de una “transición suave” en lugar de un cambio abrupto tras veinte años de socialismo. Esa lectura se entiende en contraste con el perfil de su rival, Jorge “Tuto” Quiroga (65), expresidente entre 2001 y 2002 y candidato de la derecha radical de Alianza Libre.

Quiroga proponía un ajuste económico “brutal”: eliminar de inmediato los subsidios a los combustibles, reducir los bonos sociales y acudir al financiamiento del FMI. El electorado, temeroso ante un plan tan tecnocrático y drástico, eligió a Paz, que ofrecía “poner en orden la casa” y garantizar cierta estabilidad sin sobresaltos. Fue, en definitiva, un voto moderado de una sociedad que todavía no se sentía preparada para un cambio radical.

Los candidatos Rodrigo Paz (izquierda) y Jorge «Tuto» Quiroga, durante el debate presidencial del domingo 12 de octubre. Foto: Tribunal Supremo Electoral de Bolivia

Bolivia atraviesa una profunda crisis económica que será la primera urgencia del nuevo gobierno. El país se encuentra en recesión, con un crecimiento negativo del –2,4% durante el primer semestre de 2025, una cifra que no se veía desde 1986, excluyendo los años de pandemia.

A eso se suma una inflación cercana al 25%, que encareció productos básicos como el pan. La crisis se siente en la vida cotidiana: faltan dólares, escasea el combustible —diésel y gasolina— y miles de personas hacen filas interminables para conseguirlo.

La falta de divisas también frena la importación de carburantes. En las calles, la brecha cambiaria habla por sí sola: mientras el dólar oficial se mantiene en 6,96 bolivianos, el paralelo se consigue a 13.

Para enfrentar esta emergencia, Rodrigo Paz Pereira deberá negociar con un Congreso profundamente fragmentado, donde ninguna fuerza política tiene mayoría propia. Tras el derrumbe del MAS, que apenas logró conservar diez legisladores, el PDC —la fuerza del nuevo presidente— cuenta solo con la primera minoría: 16 de las 36 bancas del Senado y 47 de las 130 de Diputados.

Una protesta en La Paz. Forto: Juan Karita – AP

Aun así, el escenario legislativo parece favorable para avanzar con reformas de derecha o centroderecha, ya que todo el Senado responde a ese arco ideológico y, en Diputados, cerca del 84% de los escaños pertenecen a espacios de ese mismo signo (incluyendo Alianza Libre y el Frente de Unidad Nacional).

De todos modos, alcanzar los consensos de dos tercios que exigen algunas reformas estructurales será una tarea compleja y requerirá negociaciones finas.

El éxito del gobierno de Paz dependerá, en buena medida, del respaldo social que logre en medio del cansancio generalizado. A pesar de que su triunfo fue visto como una “transición suave” frente a opciones más radicales, los ajustes que se avecinan —como la posible eliminación del subsidio a los combustibles— pondrán a prueba la paciencia de los bolivianos.

La polarización seguirá latente bajo la sombra del expresidente Evo Morales. Aunque inhabilitado y sin el poder de otros tiempos, su llamado al voto nulo en la primera vuelta demostró que su influencia persiste: esa opción alcanzó un inusual 19% de apoyo.

El declive del MAS

El Movimiento al Socialismo sufrió un colapso electoral que puso fin a dos décadas de hegemonía de la izquierda en Bolivia. Deja el poder en medio de una crisis económica severa. La caída del partido, que antes ganaba elecciones con más del 50% de los votos, se hizo evidente en la primera vuelta de agosto, cuando apenas alcanzó entre el 3% y el 3,1% de los sufragios, el mínimo necesario para no perder su personería jurídica.

El derrumbe se explica por la crisis económica que siguió al agotamiento de las regalías del gas y por el mal manejo financiero del gobierno, factores que derivaron en un “voto castigo” de la población.

El voto de Evo Morales. Foto: ERNESTO BENAVIDES – AFP

A eso se sumó la interna feroz entre el expresidente Evo Morales y el mandatario saliente Luis Arce, que terminó de desarticular al proyecto político. Como resultado, el MAS quedó reducido a una representación marginal: apenas diez legisladores en la Asamblea Legislativa Plurinacional.

A pesar de la debacle de su partido, el histórico líder del MAS, Evo Morales, sigue siendo una figura influyente y una sombra siempre presente para el nuevo gobierno. Morales se refugia actualmente en la región de El Chapare, en el Trópico de Cochabamba, donde enfrenta una orden de captura por un caso de estupro.

Inhabilitado para competir por decisión constitucional, en la primera vuelta llamó a votar en blanco o anular el sufragio, y esa consigna obtuvo un inusual 19% a 20% de los votos —unos un millón de sufragios—, una muestra de que su poder de movilización continúa intacto.

Aunque en el balotaje no dio indicaciones explícitas, conserva capacidad de presión a través de movimientos sociales, sindicatos y de “la calle”. Su apoyo o su rechazo a la gestión de Paz Pereira puede ser decisivo para la gobernabilidad: muchos bolivianos aún están dispuestos a seguir sus directrices.

El alineamiento internacional que se prevé

El presidente electo anticipa un giro en la política exterior boliviana. Busca reabrir el país al mundo tras años de aislamiento y prometió que su gobierno trabajará “con todos” para que Bolivia recupere paso a paso su presencia internacional

La nueva orientación fue bien recibida por Estados Unidos: su secretario de Estado, Marco Rubio, celebró que ambos candidatos hubieran expresado la voluntad de fortalecer las relaciones bilaterales. Tras la victoria, Washington felicitó a Paz y ofreció colaborar en objetivos comunes, como el combate a la inmigración ilegal, la apertura de mercados y la lucha contra el crimen organizado.

EEUU felicitó a Rodrigo Paz y dijo que está dispuesto a colaborar con Bolivia “tras dos décadas de mala gestión”

También llegaron felicitaciones de varios líderes regionales, entre ellos el presidente español Pedro Sánchez, quien manifestó su deseo de seguir estrechando lazos con Bolivia.

En el plano económico, Paz Pereira dejó en claro que buscará independencia frente a los organismos financieros internacionales. El presidente electo fue tajante: “No iremos al exterior a pedir plata. No quiero que Bolivia sea esclava de ningún banco internacional”, dijo durante la campaña.

El presidente electo de Bolivia, Rodrigo Paz. Foto: REUTERS

A diferencia de su rival, Jorge Quiroga, que proponía recurrir al Fondo Monetario Internacional (FMI) para obtener millonarios préstamos, Paz apuesta por una mejor administración de los recursos internos y por combatir la corrupción.

“Cuando no se roba, la plata alcanza”, repitió en varias entrevistas. Su postura, más pragmática que ideológica, se alinea con las expectativas de una apertura económica gradual y una transición sin sobresaltos.

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