El día que mi generación tomó la Universidad

La complicidad de los diputados de la nación al veto del presidente Javier Milei fue la gota que rebalsó el vaso. La toma fue hacerse compañía y estar presentes en un reclamo colectivo que se dio entre mates, café, puchos y colchas en el piso.

A las 20 las clases de Historia Argentina III se interrumpieron en la Facultad de Filosofía. La vicepresidenta de la Federación Universitaria entró al curso para avisar a los alumnos que la facultad había sido tomada. El profesor no se mostró sorprendido (acaso por el largo historial de tomas de universidades en nuestra historia). La clase finalizó de inmediato y al salir del curso los estudiantes se encontraron con el hall del edificio colmado. 

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Hacía una hora que la asamblea había empezado en la entrada. Referentes estudiantiles, profesores y estudiantes, tomaron el micrófono y enfatizaron la bronca por la aprobación al veto del presidente. Luego de las distintas ponencias, procedieron a la acción. ¿Qué hacemos para que esto no pase desapercibido? La respuesta estaba implícita en todos los presentes. A la hora de votar por tomar la facultad, uno a uno los brazos se levantaron y el acuerdo fue unánime (algo que no sucedió en otras universidades del país). 

Luego empezó la campaña vía WhatsApp. Los mensajes de difusión pedían almohadas, colchas, yerba, café, papel higiénico y agua a cualquiera que quisiera colaborar. La solidaridad circuló toda la noche. La solidaridad externa, de decanos, profesores, directores de departamento, y de la comunidad en general, que hicieron llegar sus donaciones a través del portón de entrada. Y la solidaridad interna entre los estudiantes que entendieron que durante 12 horas de convivencia o estaban todos para uno y uno para todos, o nada.

Querés un mate, te paso un pucho, me sobra una colcha, ahí tienen pizza, me das café, te ayudo a pasar la escoba por el piso. Durante más de 12 horas, las paredes de Filosofía fueron testigo de una verdadera comunidad organizada. Me corrijo: una verdadera comunidad estudiantil organizada. 

“A ellos no les incomoda que no funcione la Universidad, no les interesa que estemos acá dentro. Pero es una demostración de nuestra parte, una forma de estar juntos y de acompañar a la lucha federal“, comentó Gonzalo, estudiante de Letras. Pasar el tiempo, hacerse compañía, estar presentes: esas fueron las consignas que circularon toda la noche.

De los 100 estudiantes que pasaron la noche en el edificio ubicado en Avenida Ignacio de la Roza, algunos tomaron la guitarra o el micrófono del Aula Magna. Empezó un concierto espontáneo: folklore en la guitarra, canciones de Charly y algunos clásicos latinos unieron a coro a todos los presentes. Otros trasnocharon en el hall leyendo apuntes y estudiando en grupo.

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Cada cierto rato, en una especie de epifanía recurrente, algunas frases sobresalían del bullicio general del patio. “no puedo creer que estemos acá“, “vine para que no pase desapercibido“, “si no hacemos nada…“. La mayoría confesamos que nos costó mucho tomar la decisión de ir. Tomar la universidad parece un plan extraño, pero totalmente razonable en el momento de asfixia presupuestaria que vive la UNSJ

Al agotamiento lo combatimos con más mate y más café. También con cartas. Un mexicano, intrigado por el truco (que esta cronista estaba ganando sobradamente) contó que era de Monterrey. La ciudad más rica de Latinoamérica que calificó como “el sueño húmedo de Milei: de centro derecha y sin impuestos“. En su universidad el semestre cuesta 500 usd. Me dijo que funcionaban mal, que había mucha corrupción y que el nivel educativo era muy bajo. Sin embargo se sorprendió (con cierta indignación) cuando le pregunté si tomar una universidad en México es algo que sucede.

A las 4 de la mañana apareció el cansancio. En pasillos, en sillas, en las escaleras, cada uno tramitó su propia cama como pudo. La noche finalizó con frío y con dolor de cuello, pero con la satisfacción general de saber que defendimos la universidad. De ahora en adelante, el plan de lucha se volcará a la calle: cortes en las entradas de las facultades, clases públicas, entre otras actividades, para buscar que toda la sociedad se una al reclamo.

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