Iorio: el último caudillo cantor

Cómo un hombre y su doctrina transformaron un género musical importado en un producto 100% argentino

El metal argentino es un movimiento cultural encabezado por un líder carismático y personalista. Si bien esta afirmación peca de ser un tanto sensacionalista, sirve para describir la influencia que tuvo una persona en la configuración del género musical en la Argentina. Ricardo Iorio (1962-2023) fue, pocos lo discutirán, una de las personas más importantes de la escena en nuestro país. Lo fue no solo por haber formado parte de tres de las bandas más populares e influyentes (V8, Hermética y Almafuerte), sino también por la forma en la que impregnó su visión del mundo en el movimiento. Uno puede rastrear su estilo y las temáticas de su poesía en bandas de gran importancia en el género: Logos, Horcas, Tren Loco, Malón, A.N.I.M.A.L

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En esta nota vamos a analizar esa doctrina que, como si fuera un caudillo a sus gauchos, Iorio impartió como verdad reflejada en el metal. Un metal plateado, genuinamente argento.

La herencia de esa doctrina es la razón que cimenta un hecho: el metal pesado argentino como uno de los pocos lugares, sino el último bastión, donde la tradición literaria iniciada por la gauchesca pervive. Resta entender el rol de Iorio y cómo su estilo y sus preocupaciones se tradujeron en una especie de reconocido o resistido «iorismo» en la escena local.

V8: combatir junto a los míos

A pesar del espíritu tanguero y gauchesco que lo caracteriza, la emergencia del metal en la Argentina está más vinculada, como es de esperar, con el rock. Las primeras bandas locales estuvieron muy influenciadas por la cultura hippie de moda. Era un fenómeno de las clases medias y que encontraba su difusión en los teatros de las ciudades.

Hacia el final de la década de los 70s algunos grupos comenzaron a distanciarse de este caldo inicial. Escribieron letras más críticas y compusieron canciones más crudas, influenciadas por el sonido del blues y el rock and roll. A su vez, estas bandas nacieron de los suburbios de Buenos Aires, en un contexto más pobres y marginal que en las primeras expresiones del género. Nació el rock pesado con grupos como Vox Dei, Manal, Pescado Rabioso y Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll. Estos se dieron a conocer gracias a conciertos en pequeños clubes nocturnos de los barrios del conurbano. En un sentido geográfico y de clase social, este “rock pesado” compartió rasgos de origen con el tango: ambos nacieron de los arrabales y de la pobreza de la clase trabajadora.

Uno de los personajes más importantes del movimiento fue el talentoso guitarrista Norberto «Pappo» Napolitano, miembro de Pappo’s Blues. No es descabellado atribuirle a él la llegada del sonido «metálico» al Río de La Plata. Sus viajes por Europa y las sesiones compartidas con gente como Lemmy Kilmister de Motörhead van a verse trasladadas en el sonido de su banda, más cercano a Black Sabbath y a Led Zeppelin que a The Beatles o los Rolling Stones.

Cuando Pappo vuelve a la Argentina en los 80s, disuelve Pappo’s Blues y crea Riff. A pesar de seguir manteniendo un sonido similar a su banda anterior, Riff fue la primera expresión local en introducir la iconografía metalera: chaquetas de cuero, cadenas, tachas, jeans gastados, conciertos enérgicos y con grandes mosh-pits o pogos. Todos estos elementos pueden ser entendidos como una mera importación de los principales aspectos de la Nueva Ola del Heavy Metal Británico, movimiento popular en esos momentos. Es esa importación, mediada por Pappo, la que inicia la historia del metal en la Argentina.

A pesar de ser el puntapié necesario para la construcción de una escena local, Riff no pasará a la historia como la primera banda del metal argentino. Ese título lo tendrá otro grupo, en comparación, más pesado, más agresivo, con letras más oscuras y metáforas más apocalípticas: V8.

Esta banda pionera, formada por unos jóvenes Ricardo Iorio (bajo y voz) y Ricardo Moreno (guitarra), será clave en la construcción de los principales aspectos del género en el país. En primer lugar, las letras de V8 aluden a un sujeto social que Gustavo Torreiro describe como «la clase trabajadora que resiste». Esto tiene sentido, en primer lugar, por el origen sociológico de sus integrantes. Iorio nació en el seno de una familia humilde de Caseros, zona pobre de los alrededores de Buenos Aires.

La muchachada de V8 circa 1983. De izquierda a derecha: Aleberto Zamarbide (voz), Osvaldo Civile (guitarra), Ricardo Iorio (bajo), Gustavo Rowek (batería).

El objeto de esa resistencia de la clase trabajadora fueron las políticas neoliberales emprendidas a partir de la última dictadura militar argentina. El metal surge en un momento de desintegración del mundo laboral, así como la gauchesca en su momento apuntaba contra la eliminación del sustento de vida del trabajador rural. V8 habla desde la clase trabajadora y para la clase trabajadora. Si entendemos la identidad como una forma de diferenciación, es decir, de la constitución de una voz en base a la oposición, diremos que el metal se opone a la cultura dominante que llama «modernidad».

Los que están podridos de aguantar

El llanto de los quieren paz

Los que están hartos de ver

Las caras que marcan el ayer

(“Brigadas metálicas”, Luchando por el metal, V8, 1983)

Esto no solo significa ir contra las políticas económicas y el gobierno de turno, sino ir contra el campo cultural dominante. Las letras de V8 son abiertamente «anti-hippies». Al pacifismo cómodo y pretensión poética del rock contemporaneo, V8 le opone el grito, la bronca y la combatividad. No es posible bajo los valores del metal quedarse impávido y no actuar ante las injusticias.

Basta ya, de signos de paz

Basta de cargar con el morral

Si estas cansado de llorar

Este es el momento de gritar

Que estas vacío de liberación

Y estas muy lleno de represión

El presente te es infeliz

Hoy tu mente hippie ha de morir

(“Brigadas metálicas”, Luchando por el metal, V8, 1983)

Pues estoy cansado del llanto

que nunca algo me dio

De la calma, y la paciencia

ante la represión

Ya es muy tarde, para soñar

es el momento de despertar

Las palabras y las flores,

nada pudieron cambiar

es el momento de luchar

(“Momento de luchar”, Un paso más en la batalla, V8, 1985)

Una parte importante de la personalidad y de la interpelación de V8 con el público va a estar dada por la sensibilidad de las letras de Iorio. Joven y combativo, la narrativa de este primer Iorio van a ser mucho más directas y al hueso. Todavía no está completamente desarrollado su proyecto o “doctrina”, como acá le llamo. Pero están los cimientos, sobre todo en dos aspectos que explicaré a continuación: el sujeto que habla y la postura de él hacia el mundo.

La H: ayer gauchos, hoy metaleros

Luego de dejar V8, Iorio forma Hermética. Será recién allí donde empezará a tejer, de manera mucho más consciente, su doctrina. También, es la banda que le permite catapultarse como el auténtico caudillo del movimiento. Hermética fue la banda que llevó al metal nacional a otro nivel tanto en convocatorio como en influencia. Será, durante los 90s, uno de los fenómenos populares y contraculturales más importantes del país. Sus cortos 6 años de existencia (1998-1994) le bastaron para lograr el grado de leyenda popular de la música nacional. Serán también esos 6 años una etapa clave en la vida artística de Iorio.

Ayuda mucho a este análisis que la primera canción de la discografía de Hermética sea “Cráneo candente”. Si uno lee la letra teniendo en perspectiva la carrera musical de Iorio, va a encontrar que allí se configuran casi todos los elementos principales de su narrativa. Ni hablar del disco en general, pero es el primer tema que suena el que, como si hubiese una conciencia de ello, inaugura el «metal argento» y la doctrina de Iorio.

Bajo el sol mi cráneo candente

Busco comprender,

Y los registros del tiempo pasado,

Desvelar mi mente

(“Cráneo candente”, Hermética, Hermética, 1989)

La búsqueda personal de Iorio es, justamente, la de ese género genuinamente nacional. Ya no la importación de Pappo, sino la cooptación y fundición de ese sonido importado con un lenguaje argentino. Hay un peso en la lírica en el metal argento (tanto por la Argentina como por lo metálico de la plata misma) que es única. Una importancia casi vital y moral depositada en el decir. Iorio, como Martín Fierro, canta su verdad.

Pero no estoy vencido aún tengo fuerzas

Para dar mi mensaje de resistencia

Seguiré junto al metal con mi mensaje

Vacilaré si tu no estas en este viaje

En este viaje

(“Vientos de poder”, Ácido argentino, Hermética, 1991)

He de decir la verdá

de naides soy adulón

(…)

mucho tendrán que sufrir

si no creen en mi verdá

(…)

que es pecado cometido

el decir ciertas verdades

(Fragmentos del Martin Fierro, José Hernández)

Es auterreferencial. No habla en nombre de la tradición, en nombre de la sabiduría, ni propone un destino. En toda la obra de Iorio hay una gran preocupación por mantener la singularidad de su palabra. Su propósito es el canto, y ese canto debe ser un cantar verdadero. Es decir, su vida artística sigue lo que Juan Ignacio Pisano describe como «voluntad de verdad». Esto es importante y uno de los aspectos que liga de manera directa la obra de Iorio con la tradición literaria de la gauchesca.

En la gauchesca, el locutor principal, quien aparece en escena, es el gaucho cantor y patriota. Recordemos: este género no es el cantar del gaucho, sino la creación literaria del cantar del gaucho. Esa voz es una ficción. El gaucho, dice Josefina Ludmer, pasa por una institución disciplinaria: la poesía. En otras palabras, los hombres letrados toman esa voz y la traducen en un lenguaje codificado: la oralidad pasa a ser escrita y adopta sus convenciones formales, métricas y rítmicas. El gaucho es disciplinado por la poesía de la misma forma en que es disciplinado por el ejército. La palabra escrita es un derecho que le es reconocido gracias a su labor realizado por la patria. Su derecho poseer una voz se asienta en las armas. Al gaucho se le da una voz porque tiene armas, o por las armas toma voz. El género está definido por el uso de la lengua combativa. Igual que el origen del metal argento.

En este uso de la palabra como arma se ciñe uno de los aspectos que une a Iorio con la gauchesca. El gaucho cantor pasa, en el Martín Fierro de José Hernández, de gaucho que canta la gesta patriótica a gaucho que canta su devenir existencial, su verdad vivida. A este último se parece la poesía de Iorio. Es innegable la influencia de José Hernández en el metal argento.

En “Cráneo candente” se instalan los significantes que giran en torno a toda la obra de Iorio: La Pampa, el gaucho y el indio.

Vivo el destierro del hombre nativo

Bajo las grises magias conquistantes

Que aun prosiguen traficando el miedo

Como ayer gauchos al desierto

(“Cráneo candente”, Hermética, Hermética, 1989)

La obsesión por el pasado y el origen de la enfermedad que gesta al presente también aparece en “Otro día para ser”.

Desnudar el sin razón

Que modeló nuestras vidas

Parece ser causa perdida

(…)

Reflexionando en esto

La madrugada pasó

Y dejó otro día para ser

(“Otro día para ser”, Víctimas del vaciamiento, Hermética, 1994)

Como sea, la triada gaucho-indio-pampa aparece para invocar la búsqueda primigenia de la obra de Iorio: el ser argentino. Lo que le interesa es la Argentina, la verdad de su territorio y las formas de vida que la habitan. Para eso, debe no solo ir a su pasado: debe anclarse en el presente y buscar «vivir en lo argentino”. Por esto mismo, la búsqueda de Iorio puede ser entendida como un nacionalismo ontológico: para ser argentino, hay que vivir como argentino; y solo hay una forma verdadera de ser argentino.

Esa verdad, piensa Iorio, está en el folklore y en el tango; en el gaucho y en el compadre. Y entiende a la perfección lo mismo que Borges comprendió acerca de la figura trágica de estos personajes: el gaucho fue necesario para la historia y para crear la nación, pero lo fue sin haber entendido ese proceso. El gaucho no solo no fue consciente de la magnitud de su participación, sino que nunca pudo hablar por sí mismo. La gauchesca es un artificio que nace del gaucho, pero no depende de él, incluso prescinde de su existencia.

Iorio sí entendió la tragedia del gaucho y por eso su obsesión por unir el sentido individual con el de la patria. Quiere saldar la deuda de la clase popular con su tierra, con la nación que ella misma creó. Por eso hay en él una restitución de la cualidad oral. Una operación a veces trágica: rastrear un registro que no existe. Iorio toma esa literatura letrada, ese artificio que es la gauchesca, y hace la operación inversa: la “vuelve a volver” popular. Es un caudillo: se reconoce gaucho y se propone como guía e instructor. Como dice Arturo Jauretche, el caudillo era el sindicato del gaucho.

Portada del disco Ácido argentino (1991): Antonio Berni y la clase obrera, rostros de nativos, imperialismo, modernidad y sus estragos.

En Hermética, Iorio es mucho más existencialista y político: se cuestiona el pasado, la Conquista del (no) Desierto, el rol de la clase obrera, de la democracia, el escapismo y el individualismo de la clase media anestesiada. También narra las fantasías y las tragedias de «la gente como él» (canciones como “Gil trabajador”, “Víctimas del vaciamiento”, “Robo un Auto”, “Atravesando todo límite”, entre otras). Hermética es como un llamado, la invocación de una verdad y el reconocimiento de un destino común: la clase trabajadora tiene un origen y un horizonte que se funde con los de la nación.

Cuando Hermética se disuelve, Iorio funda Almafuerte. Será ahí donde definitivamente pueda expresar toda la esencia de su doctrina. Es allí donde su palabra se funde con su vida.

Almafuerte: toro y pampa soy

Una buena descripción de Almafuerte sería la de una banda que combina el sonido del metal con los elementos retóricos, las texturas y la imagen del folklore argentino y el tango. A los riffs de Claudio «Tano» Marciello los acompaña una voz de Iorio que, a diferencia de lo que hacía en V8 y en sus participaciones vocales en Hermética, parece imitar directamente a un payador o a un cantante de tango. A pesar de ser indiscutiblemente una banda de metal, Almafuerte se diferenció de las demás por versionar canciones populares del folklore y el tango: Carlos Gardel, Alfredo Le Pera, Aníbal Troilo, José Larralde, entre otros.

El nombre de la banda es un tributo al poeta argentino Pedro Bonifacio Palacios, cuyo seudónimo era Almafuerte. Tanto las letras como los títulos de los discos usan términos y modismos propios del lunfardo y la gauchesca, al tiempo que tocan tópicos similares a los de la gauchesca.

l símbolo del toro (Toro y pampa, 2006), al que se alude en gran parte de la obra de Iorio. No solo representa la pampa y la argentinidad. Sirve también para exaltar la masculinidad. Los compadres imitaban a los gauchos matreros (malos) en su violencia y machismo. También, es una negación de los valores y aptitudes asociados con la feminidad, presente en la tradición gauchesca y tanguera. La portada de Almafuerte (1998) muestra en ancho de espada, “El Macho”.

Para Deena Weinstein, en el ámbito de lo narrativo, el metal se caracteriza por una oposición binaria entre lo dionisiaco (sexo, drogas y rock and roll) y el caos (guerra, injustica, corrupción, etc.). Iorio también opera sobre esa oposición, pero para transformarla.

Las letras de Almafuerte pueden, en general, subsumirse bajo la categoría de canciones que tocan temas del caos (injusticias sociales, corrupción, etc.). El sexo y las drogas aparecen como elementos corruptores del alma. Es decir, no simbolizan el disfrute, sino todo lo contrario. Ahora, esto no quiere decir que no exista el disfrute en las letras del grupo. Al contrario. Lo que Iorio hace es reemplazar esos objetos del placer por otros. El sexo y las drogas dejan lugar al viaje, al asado, al vino. Una celebración de la lealtad y de la hermandad entre amigos.

Grata amistad, en tierra adentro

Metaleros pesados

Que aguantan más, porque son menos

De fierro son mis hermanos

(“Amistades de Tierra Adentro”, Del entorno, Almafuerte, 1996)

Un buen descanso un plato de sopa

Y el abrazo fraternal de un amigo leal a vos

Para que de un salto dejes la falopa

Y el emputecido berretín de andar limándote

En la caja negra

(“Toro y pampa”, Toro y pampa, Almafuerte, 2006)

Las letras de Iorio en Almafuerte son mucho más autorreferenciales que en Hermética. La mayoría hacen una directa referencia a su estilo de vida y a su relación con las personas y el mundo que lo rodea. El viaje ya aparecía en Hermética como una forma de escapar de la ciudad y de la modernidad. Ese traslado es metáfora de la búsqueda existencial de la que ya se habló en este texto.

Robó un auto para trasladarse

Hacia las soledades vivientes

Sentirse, muy cerca de eso

Era su sueño más ardiente

Aprovechando el apagón

De la ciudad capital

Y renunciando a las amargas sales

Para nunca, para nunca volver

(“Robo un auto”, Ácido argentino, Hermética, 1991)

A las montañas del noroeste argentino

Te dirigiste hermano,

Dejando grabado por siempre

En mi corazón aquel fuerte abrazo

Donde mostraste tu íntima conciencia

De guerrero impecable

Que marcha firme a cumplir su destino

Sin nada a nadie deber

(“Atravesando todo límite”, Ácido argentino, Hermética, 1991)

La aparición del viaje como una forma de escapar es algo que puede conectarse directamente con la historia del gaucho Martín Fierro. Mediante esta idea, Iorio encuentra la posibilidad de empezar a tejer lo que Manuel Bernal y Diego Caballero denominan sus «pares de oposición»: ciudad/campo; centro/periferia; patria/exterior. Esto permite afianzar mucho más la idea del viaje como búsqueda de una identidad. A través del viaje se define ese afuera que me constituye, ese otro que me define. El viaje, que empezó como un escape de esa «ciudad que amarra», se transforma en una herramienta para el hallazgo personal. El gaucho metalero reemplaza al caballo por la moto y emprende la huida en búsqueda de su identidad.

En Almafuerte, el viaje aparece menos en su dimensión trágica y más en su dimensión placentera. El «ir hacia el interior profundo» representa el camino hacia aquello puro, original y auténtico.

No he de negar

Que no la estoy pasando bien últimamente

Pero no siento miedo

Quiero aprender a estar con la nada

Frente a frente

Para vencer

Estoy muy cerca del mar

Pero lejos de la red

No sé si me internarán

O si me interné

(“Vencer el tiempo”, Toro y pampa, Almafuerte, 2006)

Día domingo lejos de la ciudad

Bajo el sol compartiendo entre amigos

Carne asada pan

Agua y vino

Toro y pampa es

(“Toro y pampa”, Toro y pampa, Almafuerte, 2006)

En ese interior es donde se despliega el mito originario de la Nación. La pampa, que parece como tópico primordial en esta etapa de su carrera, se constituye en un destino de vida.

Mía es la voz que lo canta

Y es por sentir que me atrevo

Con las raíces que tantos olvidan

Persiguiendo foráneos modelos

Tradiciones del país

Que forjaron aquellos

En fortines, aguantando

(“Zamba de resurrección”, Mundo guanaco, Almafuerte, 1995)

Algo parecido a lo que vemos en la obra del cantautor de folklore José Larralde, una de las mayores influencias de Iorio. Es su obra, la pampa aparece como un espacio cercado por la civilización, la ley y el alambre. Larralde es un intermediario entre un espacio cultural casi extinguido (la vida pastoril del gaucho hacia fines del siglo XIX), de naturaleza oral y práctica, y un interlocutor que es construido desde el completo desconocimiento de esas costumbres.

Sin embargo, Iorio ya se sabía desarraigado. Se sabía que era aquel interlocutor de Larralde. Se sabía ignorante, preso de un olvido. Sabía que no conocía esa tradición pampeana de la que habla su maestro. Su búsqueda era, más bien, la restitución de esa vida mediante los valores rastreables en lenguas perdidas. Por eso, como dijo en una entrevista con Cuneo, hacer patria para él es vivir en el campo y tener una familia. Es el sometimiento casi artificial a esa tradición. Iorio construyó una nueva identidad de esos retazos perdidos entre la gauchesca, el folklore y el tango. Esa es su doctrina.


Nota original: https://zipi.substack.com/p/iorio-gauchesca?r=fg77j&utm_campaign=post&utm_medium=web

Textos consultados

  • Emiliano Scaricacciottoli (comp.), Se nos ve de negro vestidos. Siete enfoques sobre el heavy metal argentino, Buenos Aires: La parte maldita, 2016.
  • Josefina Ludmer, El género gauchesco. Un tratado sobre la patria, Buenos Aires: Libros Perfil, 2000.
  • Jorge Luis Borges, El gaucho y la literatura, Hispamérica, Año 46, N° 138 (Diciembre 2017)
  • Manuela Belén Calvo, Almafuerte: Metal pesado argento and its construction of Argentinian nationalism, Metal Music Studies, Volumen 2, N° 1 (2016)
  • Fabián G. Mossello, Cultura, identidad, folklore. Discursos identitarios en el cancionero de José Larralde, Portal: producciones en estudios sociales, Nº. 3 (2007)
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