Freud, Perón y la libertad: una charla sobre deseos y poder
El psicoanalista Javier Pérez, más conocido como Doctor Chinaski, se presentó en San Juan con su charla perfomática “¿Freud era peronista?”. El evento fue organizado por Criolla Bar y el referente de Patria Grande, Eduardo Camus. Con entradas agotadas, el encuentro mezcló humor, teoría política y análisis social en esta suerte de terapia standupera.

Esta nota no se dedica a desarrollar la narrativa de la charla en sí. Eso sería como contarles una película. Lo que sí hacemos es hablar con Chinaski sobre la historia argentina, las pasiones, los rechazos, los fantasmas sociales, el peronismo, los discursos de poder, lo colectivo. Traemos a Eva. El legado peronista. También conversamos sobre el idiota griego de Milei.
Periodista: Vos sabés que, una vez, en un asado con amigos, estábamos discutiendo de política y yo abrí un paraguas, algo extraño: los peronistas que en el fondo son gorilas. Se me cagaron de risa. Al tiempo, te escuché en una entrevista diciendo algo parecido. Lo que me lleva a preguntarte ¿Cuál es la definición o cuál es la diferencia entre ser o no peronista?
Dr. Chinaski: Freud decía que el “yo” es solo la puntita del iceberg. Una persona está gobernada por una multiplicidad de determinismos inconscientes, sobre todo, por aquellos que desconoce. Entonces, una persona no es dueña de sí misma. Hay muchas personas que se autoperciben y se autoproclaman peronistas. Pueden ser honestas, genuinas y sinceras, realmente sentirlo. Pero tienen un inconsciente gorila.
Periodista: Entonces, ¿qué es ser peronista?
Dr. Chinaski: A mí me gusta hacer el chiste de que Freud era peronista porque tanto Freud como el peronista parten de la misma premisa: la precariedad de la propia individualidad. Para Freud, el “yo”, al estar determinado por cuestiones que se desconocen, no sirve para nada.
Eso es lo que plantea el Psicoanálisis: cada uno, librado a su propia individualidad, está condenado a la ruina, porque uno siempre va a los mismos ruinosos lugares de siempre, sin saberlo. Y solo podrá zafar si arma alguna historia con otros que le cambie ese destino, su neurosis de destino. Y la salida está marcada por la vía de lo colectivo, por la vía del deseo y del amor. Esa también es la premisa del peronismo.
Así comienza la entrevista con el Dr. Chinaski. El tipo que se hizo peronista, como tantos otros, con la figura de Néstor. Con Cristina lo confirmó. Y, siendo oposición por primera vez, allá en el 2015, se asumió como peronista de “la primera ola”
Periodista: Hoy pasa algo muy interesante con la presencia de Milei, que es la teñidura o el desdoblamiento de significantes. Por ejemplo, con la palabra libertad. Frente a esto, ¿creés que faltan significantes dentro del peronismo?
Dr. Chinaski: Sí. La ideología opera, sobre todo, con contenedores vacíos, no sólo a través de contenidos. Los contenedores vacíos, esas palabras que nadie sabe muy bien qué son ni dónde están, pero se prestan a la manipulación ideológica. Llamémosle libertad, éxito, Dios, felicidad, etc. Están. Subsisten. Y operan.
Hay que reconocer que la derecha siempre fue más astuta en tomar significantes vacíos y rellenarlos con contenidos acordes a los ideales imperantes. La derecha ha sido gran productora de significantes y de eslóganes. En 2015 con el “se robaron todo”. Ahora, con “la casta”.
Dr. Chinaski: Lo importante es disputarle las palabras al enemigo. A mí me gusta recordar que a los peronistas también nos interesa la libertad. Lo que pasa es que lo entendemos al revés. La versión oficial de la libertad es aquella que Marx señalaba como una astucia del capital, porque hace pasar la libertad como un hecho individual. Mientras que, para los peronistas -así como para Freud-, la libertad tiene que ver con lo colectivo. La libertad de amar, es decir, la libertad de huir de la propia individualidad e ir hacia el otro por la vía del amor. Esa idea, a veces, me parece que en el peronismo se encuentra con el discurso religioso.
Al amigo, todo: ¿quién es el enemigo?
No se puede entender ni el freudismo ni el peronismo sin entender que son hechos relacionales, es decir, están siempre en relación con otra cosa. El peronismo nunca existió sin el antiperonismo. Y habría que ver si no existió primero el antiperonismo incluso.
Dr. Chinaski: A mí me gusta decir que el gran enemigo de Freud y de Perón era el mismo: Estados Unidos, dice Pérez. La principal fuerza enemiga es la ideología del imperio. Y por lo tanto, la gran figura enemiga del peronismo y del freudismo es el idiota. El idiota en el sentido original del término, en el sentido griego. El idiota es el que no podía participar de la política. Idios: no distingue lo público de lo privado. Diotes: es el que desprecia o ignora lo público y privilegia a lo privado. El idiota es al que no lo dejaban pisar la plaza. Se tenía que quedar en su casa.
Ahora han cambiado las cosas. Ahora está en el sillón de Rivadavia. Cualquier seguidor de Milei se ajusta perfectamente a esa noción griega. Lo que el General llamaba “bruto”. Cuando decía, por ejemplo, prefiero un malo antes que un bruto. Con el malo te pones a conversar, quién te dice, quizá lo convencés, lo sumás para tu fila, y vale doble. Uno menos para ellos y uno más para nosotros. Pero con el bruto, no. El bruto, siempre es bruto.
¿Evangelio de Mateo (22:39) o la patria es el otro?
La Iglesia y el peronismo han tenido momentos de cercanía y tensión. A veces se han encontrado más próximos, más amigos —como con el faro del Papa, por ejemplo—, y otras veces, no tanto.
Dr. Chinaski: Freud se burla de ese mandato: ama a tu prójimo como a ti mismo. Al otro hay que amarlo como a un otro. Ahí aparece el kirchnerismo freudiano: la patria es el otro. Se trata de vérselas con el otro, en tanto es otro. No en tanto reflejo de mi mismo, como promueven los norteamericanos, por ejemplo, con la noción nefasta de la empatía. El amor propio está muy bien, pero se da sólo a partir del amor que uno arma con los otros. El amor es con el otro. Después, sí, es cierto que uno se puede querer a uno mismo, y tratarse un poco mejor o un poco o un poco peor.
El quererse a uno mismo depende de las circunstancias de afuera. De las historias. De mis historias de trabajo, de cooperativismo, de amor de pareja. Cuando está bien el afuera -nunca estás del todo bien, por supuesto-, pero cuando tenés alguna historia digna, legítima, te tratás bien a vos. En cambio, cuando afuera te encontrás con engaño, con desamor, con traición, etc, te tratás mal. Cuando estás mal afuera, te visita la culpa. Consumís cosas que no te hacen bien. Consumís en exceso. No tenés ese amor disponible para cuidarte y atenderte. descuidas cosas. No hay que cargar las tintas con el amor propio.
El Gobierno Nacional, desde antes de asumir, se ha caracterizado por proclamar a viva voz discursos de odio. Al contrario de lo que se piensa, no lo hace contra las minorías. Las mujeres, los sindicatos, los periodistas, los trabajadores, los putos, los jubilados, las amas de casa —la lista sigue— no son “la minoría”. La mayor parte del pueblo argentino ha sido atacada, ninguneada y empujada a tener, cada vez, peores condiciones laborales y de vida. Y, por si fuera poco, se pretende cambiar la historia, cual cuento de hadas mal contado a través de un video barato, presentado por un Walt Disney de bajo presupuesto. Me pregunto entonces: ¿es posible cambiar la historia? ¿Se puede borrar la memoria de un pueblo?
Dr. Chinaski: Sí, y no. Está demostrado que el pueblo se une y es invencible. Sin embargo, es difícil unir al pueblo cuando, justamente, imperan los ideales de fragmentación y de individualización, ¿no? Que cada uno se ocupe de lo suyo. No sólo necesitan saquearnos en lo material, sino también sacarnos la posibilidad del encuentro. Un último secuestro, diría el Indio Solari. Nos quieren sacar también la alegría popular del encuentro. Aunque en un punto está demostrado que el pueblo unido es invencible. También está el refrán de “miente, miente, que algo quedará”.
Estas operaciones no son vanas. Al contrario, realmente tienen efecto. Realmente retrocedemos. Realmente atrasan los relojes. Realmente volvemos atrás en términos de derechos conquistados. Realmente son tiempos oscurantistas. Lacan decía “el oscurantismo es la revalorización de nociones refutadas”. Se vuelven a poner en circulación términos que ya estaban obsoletos. Superados. Por ejemplo, llamar idiotas a quienes padecen cierta discapacidad. Que los homosexuales son pedófilos, etc. Instalan un montón de nociones oscurantistas que hacen mella en el pueblo porque vienen del oficialismo. Es el presidente. Es el aparato de propaganda de la ideología dominante que penetra en los cuerpos y en los discursos. Y la ideología triunfa cuando vos pensás, que lo que vos pensás, lo pensás vos. Cuando vos pensás, que vos pensás que los homosexuales son pedófilos. Y te olvidás de dónde lo escuchaste.
El único que volvió fue Perón
Cuando los políticos peronistas hablan de la necesidad de un reacomodamiento en el peronismo, dicen: “hay que volver a las bases”. Pero, ¿cuáles son las bases? ¿A dónde quieren volver? ¿Al gobierno, o a algo más?
Dr. Chinaski: A todos los peronistas nos gusta la idea de volver. Pero hay que estar a la altura y tener el poder de reinventarse. Siempre que se habla de volver a las bases, hay que estar atento. Siempre que aparece el sueño nostálgico de volver a un tiempo perdido, hay que desconfiar, porque siempre está en juego cierto goce melancólico. Y entremedio, la posibilidad de quedar atrapado en la ilusión de que realmente existió un paraíso, que se puede reconquistar y que se puede volver. La trampa del paraíso perdido es una trampa clásica para el goce melancólico del neurótico.
Perón decía que la doctrina era lo que iba a perdurar, pero que debía adaptarse a los distintos momentos, porque, de lo contrario, quedaba vetusta.
¿Freud era peronista?
Ese es el título de la charla/show que propone Chinaski. Lo que comienza como un chiste encierra un paralelismo real. Ambos hablan de las masas, dejaron un legado y comparten una idea de libertad construida junto al otro. Las similitudes son varias: fueron líderes, escritores, expertos en frases. Incluso enfrentaron el rechazo de sus adversarios: ambos fueron proscritos.
Dr. Chinaski: Algo muy curioso que se hace con ambos es que se les imputa, se los acusa de encarnar a aquellos contra los cuales más han luchado. Se ha dicho de Perón que era un tirano, cuando es quien más poder le dio al pueblo. Y a Freud se le adjudica lo que encontró en la neurosis.
Freud difícilmente hubiera marcado un movimiento popular como el del General. Freud miraba con malos ojos a las masas. También es cierto que escribió un texto sobre la psicología de las masas, que es una especie de canto al amor. al significante amo. Freud plantea que las masas se aglutinan, se mantienen ordenadas y funcionan por el amor a un líder.
Freud reconoce la necesidad de un líder sólido, carismático, fuerte, al cual amar, y a partir del amor al líder, es subsidiario el amor al a los miembros de la masa. Después aparece el pánico, descrito como el Dios Pan. Un Dios griego, que, por la noche, arrasaba con el orden simbólico, y dejaba a cada uno librado a su individualidad. Desarmaba el pacto simbólico. Y nos dejaba cada uno suelto por su lado. El pánico aparece cuando se revela que el lugar del líder estaba vacío.
Eva es el deseo
La historiadora y escritora Julia Rosemberg la pinta sin mito: mujer que incomodó, que habló en nombre de los nadies, que tejió poder desde la orilla más impensada. No fue sombra de nadie, dice, sino chispa que encendió la política con voz propia. A mi parecer, hay más estampitas de Evita que de todos los santos que puedan existir.
La imagen de Eva tiene un valor más allá de la imagen misma, dice Chinaski. Entonces, es una imagen, pero no es meramente una imagen, no es algo del orden imaginario. Tiene una carga simbólica y real. Es insoslayable.
Dr. Chinaski: Quizás, como dice Saborido, queremos más a Evita porque se murió. Evita era Lennon de Los Beatles. Perón, Mccartney. De algún modo la gente deja a Perón y trae a Evita. Invoca la imagen de Evita. Esa insurrección deseante de esa piba que venía de la extrema pobreza, y que, con un deseo decidido, se fue a la ciudad a probar suerte. El sueño de la piba. Un sueño claro e insólito para una mujer, ¿no?
Hacedora de arte, cine, teatro, en esa época. En esos tiempos. Era realmente una topadora, la afirmación de un deseo decidido dispuesto a abrirse paso ante la estupidez del mundo, cueste lo que cueste. Entonces, la imagen tiene que ver con esa potencia del deseo indestructible. Freud decía que el deseo es indestructible. Evita es ese deseo indestructible. Evita es el deseo.
El yo, el superyó y el ello: en el peronismo de hoy
Hay que saber llevar los conceptos a la realidad, y en eso Chinaski es bueno. Un cuento de Patricia Bullrich, los choripanes y Alberto Fernández -el que no supo recuperar Vincentín-:
Dr. Chinaski: El “ello” es la necesidad de satisfacción. La fuerza que, como necesita satisfacción, empuja y empuja. Esa figura es como Luca Prodan, “no sé lo que quiero, pero lo quiero ya”. El “superyó” vendría a ser un cana, un represor que impide el empuje a la satisfacción. Es decir, en el encuentro con nosotros, en la unidad básica. Entonces, manda al “ello” a que resuelva su satisfacción por la vía masturbatoria de la individualidad. Es decir, a resolver ese empuje a la satisfacción de la manera más barata. Podríamos decir entonces que el «superyó» es la ministra de Seguridad. El «superyó» es Patricia Bullrich que impide el empuje a la satisfacción, entre en lo colectivo, en la choripaneada. Y el “yo” es un esclavo del “ello”, de ese empuje a la satisfacción que el “yo” no puede dominar. También es esclavo del “superyó”, y del mundo exterior que lo condiciona. En definitiva, el “yo” es como la triste negociación de Alberto Fernández con Vicentín.