Almas que atraviesan lo incierto

Para continuar con el debate sobre otros modelos de cultura, La Mecha dialogó con Nicolás Mátar, gestor cultural y uno de los organizadores de Ánima Cultural.

Encontrar en estos tiempos motivaciones para crear es casi una utopía. Pero, al revisar nuestra historia y sin la necesidad de profundizar demasiado, podemos entender que el caos es terreno fértil para pensar otros caminos. Ánima Cultural es un centro cultural sanjuanino que, desde 2021, ofrece su espacio a propuestas artístico-visuales. Por la casa han pasado recitales de música y literarios como “el silencio”, obras de teatro y stand up e intervenciones de danza, talleres culturales, rodajes y sesiones fotográficas, grabaciones audiovisuales, ensayos y diversas reuniones. Inclusive, han gestionado un círculo de Nuevas Masculinidades, almuerzos a puertas adentro con menús vegetarianos/veganos y cuentan una huerta agroecológica y un pequeño vivero en el fondo. Como se puede ver, es un lugar abierto a lo alternativo.

¿Qué hay al interior de Ánima Cultural? Para encontrar respuestas, entrevistamos a Nicolás Mátar, quien, junto a Eugenia Morte, es organizador de este espacio.

La gestión

Para Nicolás, pensar este proyecto desde lo personal fue una consecuencia directa de consumir cultura de manera más consciente. El camino lo llevó a sentirse atravesado por diferentes manifestaciones artísticas, empezar a producir desde el baile y el teatro y pensar en un espacio para todo ello: “Surgió la idea de hacerlo acá (en la casa en la que funciona Ánima Cultural). Casa Roja había cerrado sus puertas y fue un bajón, porque era otro espacio que terminaba: ya habían cerrado Patricias, Niggazaki, Casa Indie y Eloy. Y, además, había una necesidad de mucha gente. Empezamos a ensayar una obra en privado y cuando interactuamos con gente del ámbito fue como ‘che, la casita (haciendo referencia a la casa donde funciona Ánima), está’. La gestación fue colectiva. Existía la necesidad de contar con un espacio, no solamente para consumir sino también para crear. Utilizamos una vivienda construida en los años 50, con todo lo que ello implica. Es un territorio mutable, intervenible desde nuestras subjetividades. Cualquier parte de la casa puede ser un escenario, como el ánima, ese lugar donde el inconsciente colectivo se manifiesta”.

Las actividades en Ánima surgen de un equilibrio entre los objetivos y las búsquedas estéticas propias del espacio y las propuestas de las y los mismos interesados, sin dejar de lado la necesidad de obtener ingresos para sostener el lugar y a sus trabajadores ni descuidar su compromiso con la cultura. Todo un desafío en estos tiempos: “Hemos generado una estructura que permite expresiones diversas (para cualquier espacio, para cualquier ecosistema, la diversidad es muy buena) pero es más que nada receptiva. Es tratar de tener todo listo para que salga lo más cómodo posible, tanto para los artistas como para el público. Ponemos de nuestra parte para generar ése espacio de respeto, seguridad y comodidad”.

La agenda mensual de Ánima sólo prioriza las reservas hechas con anticipación: no hay preferencias ni favoritismos por una expresión u otra. El resto es ordenar las propuestas que reciben en base al orden en que van siendo solicitadas: “En todo este tiempo, le hemos sacado la ficha a la organización. Depende de qué evento sea, qué día conviene hacerlo. Además, hay factores como si se hace adentro o en el patio, si es con o sin sillas, dónde va a estar el escenario y la iluminación, entre otros”.

Nicolás y Eugenia colaboran desde su experiencia personal con quienes estén llevando a cabo un evento por primera vez o tengan poco conocimiento: de esta forma, cada convocatoria beneficia tanto a las y los artistas como a la casa. Gracias a ello, han podido tener un panorama de la situación en la que muchos proyectos están y sus planes están en seguir abriendo el diálogo durante el 2023: “Este año nos hemos vinculado más que nada con artistas y notamos que hace falta más organización. Siento que la gente que ha pasado por acá está más acostumbrada a hacer eventos esporádicos y nosotros queremos generar un circuito. Entre mejor nos organicemos, es mucho más fácil: es ser estratégicos”.

La legalidad: el eterno problema

Anteriormente, abordamos en parte cómo la creación de una figura legal para los espacios culturales no es una urgencia en la agenda política provincial. Nicolás nos comenta que desde la Capital no existe un nomenclador para crear un espacio/centro cultural privado-independiente. El ejemplo más claro es el Centro Cultural Amadeo Contegrand, pero el mismo es de gestión estatal. La autogestión queda atrapada en una red de burocracia: “Las opciones legales para trabajar con habilitación son las de ser un bar, una confitería, un restaurant, un salón de eventos, una sala de teatro o un boliche. Y el tema está en que el centro cultural es un poco de cada una de esas”. La diferencia con las anteriores figuras es clara. Un centro cultural no busca ser un espacio de venta de comidas y bebidas sino que su actividad principal es, como expresa su nombre, la cultura y el arte: “Si no hay una manifestación artística o la necesidad de un espacio para crear, formar o investigar, el lugar no tiene razón de ser. No abrimos para vender cerveza. Por lo menos en el Código de Comercio, no existe una figura que no tenga como objetivo principal el lucro. La idea es empujar de manera colectiva para generar algún tipo de legislación”.

Conexiones y buenas prácticas

Tanto Nicolás como Eugenia conocen a gestores de Mendoza, Rosario, Córdoba y San Juan, y dialogan con ellas y ellos: todo es cuestión de conectar.

¿Cómo fortalecer entonces la agenda cultural alternativa de la provincia? Para Nicolás, lo primero es el reconocimiento propio, siempre dentro de un ecosistema. Luego, conectarse con las y los demás, organizar estrategias claras y llevarlas a cabo: “Dividir el año en dos semestres. Entender que nuestras prácticas se pueden organizar colectivamente. Y, a su vez, comunicarnos entre nosotros para ver cómo nos pensamos, cómo nos vemos a nivel individual y grupal. Darnos cuenta de que tenemos necesidades similares. Y a todo esto, trabajarlo con asociaciones civiles, espacios, comunicadores, diseñadores. Me parece que esa es la clave”.

Ánima se ha constituido en un espacio que da lugar a la diversidad cultural y que logra que distintos gestores se conozcan para luego repensar sus proyectos o pensar otros con esas nuevas personas. ¿Su meta? Generar un circuito anual en toda la provincia. Porque, si desde su espacio lo van armando, ¿por qué no pensar a una escala mayor? “Nos encontremos los espacios que empiezan a resurgir, como Casa Leo, La Montaña, Be Able, Casa Tigris, Dos Plantas, les artistxs, las organizaciones y asociaciones y generemos una agenda entre todes. Alternativa. Que proponga por fuera de lo privado y lo público. Tenemos las posibilidades. Tendríamos que aprovechar el verano, que es el peor momento para hacer cosas, para resguardarnos bajo un aire acondicionado en un living y cranear. El año no se acaba nada. Seguimos igual. El tiempo sigue corriendo y nos sigue persiguiendo”.

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