Sin figura legal: La batalla de los espacios culturales en San Juan

En la provincia son muchos los lugares que apuestan por el arte y la autogestión, permitiendo a los artistas presentar sus trabajos. Sin embargo, hace décadas que enfrentan un vacío legal que no los ampara.

Obras de teatro, shows de música, ciclos de poesía y un sinfín de otras actividades tienen lugar en espacios culturales. En San Juan los hay de todo tipo: desde el Chalet Cantoni, del Gobierno Provincial, hasta domicilios particulares “escondidos” entre los barrios, de gestión privada. Muchos de estos últimos batallan todo el tiempo para conseguir la habilitación, que es un trámite largo, desactualizado y difícil. Algunos de estos terminan decantando por la clandestinidad (palabra injusta, dado que en realidad la figura legal de espacio cultural no existe en San Juan).

Pero, a pesar de lo difícil que es sostener este tipo de lugares legal y económicamente, muchos son los sanjuaninos que se la rebuscan para mantener proyectos así. La lista es extensa: Huazi, Molleja Estudio, Dos Plantas, Títeres en Serio… y sigue.

Actividad cultural en El Huazi. Foto: gentileza

Las modalidades de trabajo son variadas. En algunos casos, los espacios cobran un canon fijo a cambio del uso del lugar y todo lo demás queda a cargo de los artistas. En otros, las propuestas se construyen entre las dos partes y se reparten los porcentajes de las recaudaciones. También son distintas las líneas que los gestores deciden seguir: algunos espacios se utilizan mayormente para música, otros para teatro, otros para cine. Otros, denominados multiespacios, abarcan todo.

Espacios y multiespacios

Ubicado sobre la calle Juan José Paso, en el Barrio Huazihul, El Huazi es una casa familiar reconvertida en centro de actividades. Alba Pezzani, una de sus gestoras, es estudiante de Artes Visuales en la Universidad de La Plata.

//Leé también: ENTER MOLLEJA

Lo primero que enfatiza Alba es que no se trata de un espacio cultural, sino de un multiespacio. “A pesar de que en cuanto a las actividades se parece mucho a un espacio cultural, el multiespacio está abierto a otro tipo de actives que no siempre son culturales o artísticos”, explica a La Mecha.

La otra diferenciación, señala Alba, recae en el eje sobre el cual se construyen las actividades: “Los espacios [culturales] siguen una línea; nosotros somos un espacio que es disidente, pero no es sólo de la disidencia; es musical, pero no es sólo de música”. Aunque sí existen bases bien definidas: Somos personas disidentes, que trabajan con los derechos humanos. No es un espacio para cualquiera, pero intentamos hacerlo lo más abierto posible”.

Huazi, una casa familiar reconvertida en centro de actividades.

El principal problema de la gestión, señala Alba, es el aspecto legal.

¿Qué dice la ley?

Willy Herrera, en otra nota de La Mecha, decía: “Tocamos en bares que todo el tiempo están lidiando con clausuras por tener bandas en vivo […] Se abre un espacio, lo usamos y dura muy poco”. En esa misma nota se explicaba cómo las reglamentaciones están décadas atrasadas y cómo influye en el cierre de un espacio algo tan circunstancial como una queja vecinal por ruidos molestos.

Es que la cuestión legal es, por lo menos, confusa.

Para empezar, la figura legal de espacio cultural no existe en la provincia, por lo que muchos de estos lugares funcionan en la clandestinidad. Así lo explicaba David Gardiol, fundador de Títeres en Serio, en otra nota a La Mecha: “No existe una figura legal. Te clasifican como si fueras una fábrica, negocio o industria. Entonces te quieren cobrar cosas desorbitantes que no tienen nada que ver con esta actividad que no es un negocio, es un servicio”.

“Es grave la falta de legislación porque no se contempla la realidad de estos espacios y el rol que cumplen. Es un rol que debería hacer el Estado y no lo hace, lo hacemos particulares con espíritu de servicio y eso debería ser contemplado así”, señaló el gestor cultural.

Nicolás Mattar, gestor de Ánima Cultural, seguía la misma línea en otra nota de La Mecha: «Las opciones legales para trabajar con habilitación son las de ser un bar, una confitería, un restaurant, un salón de eventos, una sala de teatro o un boliche. Y el tema está en que el centro cultural es un poco de cada una de esas”.

//Leé también: ¿DÓNDE TOCAMOS LAS BANDAS?

En 2020, durante las reuniones del Acuerdo San Juan, se abrió una mesa de diálogo entre el Gobierno y los músicos en la que éstos resaltaron la urgencia de una ley de espacios culturales. Tres años más tarde, ni noticias. Y la incertidumbre aumenta con el cambio de gobierno: Marcelo Orrego ha puesto en duda incluso la realización de la Fiesta Nacional del Sol, que da trabajo a cientos de artistas y trabajadores de la cultura.

¿Un antecedente? Buenos Aires: en 2019 entró en vigencia la Ley 15.302 de Espacios Culturales Independientes. “Con la dinámica y arquitectura de estos espacios la normativa actual es muy difícil aplicar, por eso se proyectó una nueva regulación que comprenda la singularidad de estos lugares”, dice al respecto la web del gobierno bonaerense.

El desafío de la sustentabilidad

En cuanto al aspecto económico, si bien existen subsidios de Nación como los que otorgan el Fondo Nacional de las Artes, el Instituto Nacional de Teatro (INT) o la Red Federal de Teatros, la mayoría de los espacios culturales sanjuaninos dependen mayormente de la renta para subsistir. Así hablaba de ello David Gardiol, cuya sala teatral recibe el apoyo Fortalecimiento de Sala del INT: “Cuando uno gestiona un espacio se entera de un montón de gastos. El subsidio es un apoyo que sale una vez al año y es una ayudita”.

Algunos espacios se mantienen de manera 100% autosustentable. Molleja es un ejemplo. En conversación con La Mecha, su gestor, Maxi Almerich, explica: “No dependemos del gobierno, nunca hemos recibido un crédito. Te da más impulso, más seguridad a la hora de hacer algo porque depende de vos”.

Molleja, uno de los espacios culturales independientes de San Juan

De nuevo: estos gastos se agravan si se pretende mantener el lugar dentro de los márgenes de la habilitación legal, lo que a algunos los arrastra a la clandestinidad. Por lo menos en el Código de Comercio, no existe una figura que no tenga como objetivo principal el lucro”, explicaba Nicolás Mattar, gestor de Anima Cultural, en otra nota de La Mecha.

Los espacios independientes son el lugar físico concreto en el que los artistas pueden exponer su trabajo. Además, su existencia promueve la diversidad cultural y el acceso a la cultura.

El principal obstáculo que atraviesan los espacios culturales sanjuaninos es de índole legal. Mientras más demora la promulgación de una legislación actualizada, más difícil es sostener en el tiempo estos proyectos y, en consecuencia, cuesta más desarrollar la escena cultural local. Una suerte de círculo vicioso. Además, el hecho de que no exista la figura legal de espacio cultural, y que se los considere en la misma categoría que a un boliche bailable o un bar, obliga a los gestores a lidiar con gastos desproporcionales que nada tienen que ver con la actividad cultural.

Así y todo, los espacios culturales están presentes y están activos, sea dentro o fuera del marco de la ley. Ignorar esta realidad perjudica directamente el trabajo de cientos de artistas sanjuaninos. Una legislación cultural adecuada no estuvo en la agenda del gobierno saliente, y queda por verse si lo estará en este gobierno entrante.

Scroll to top
Close