¿Qué pasa con el Reprocann? La experiencia del cultivador sanjuanino “menos colgado”

El programa que registra a personas que cumplen los requisitos para cultivar cannabis con fines terapéuticos está en la mira. ¿Qué tan rápido y accesible es el trámite? ¿Cómo hay que anotarse?

Algo ansioso, Enrique nos condujo a la habitación en donde, podría decirse, cohabita con sus plantas: una Gorila Glue de Banco BSF, una Sativa Dreams de Banco Kannabia, una Auto Orange CBD, una Auto Bubaloo, entre otras. Vale aclarar que la ansiedad es por la nota: desde que obtuvo su permiso como paciente duerme más tranquilo. “Es liberador sentir que no estás haciendo nada ilegal, más allá de que uno nunca haya fumado marihuana pensando que hacía algo malo”, dijo. Aún así, el estigma pesa: es por eso que Enrique prefiere no revelar por completo su identidad.

“Si bien me enteré del Reprocann por medios oficiales, cuando entré a la página no entendí nada. Al principio no funcionaba bien, se tildaba, no parecía ser bueno el servidor”. Hasta que un día lo visitó un amigo que había obtenido el permiso: “Me dijo que le había costado seis lucas, y me dio un número”. Se trataba del número de contacto de la Agrupación Cultivo Mis Derechos, anclada en Buenos Aires. “La mujer de la agrupación me atendió y me dijo: ‘Mirá, esto es así: nosotros te cobramos seis mil pesos por realizar el trámite, de los cuales tres mil van a la organización, que se encarga de toda la parte burocrática del asunto. Los tres mil restantes son para la consulta médica’. Evidentemente, detrás de todo esto ya había una estructura armada”, sostuvo Enrique, y agregó: “Una vez transferidos los tres mil de la agrupación, me pasaron el contacto del médico; le pagué la consulta y él me contactó”.

Cultivo Mis Derechos cuenta con una red amplia de profesionales médicos y, dependiendo el padecimiento del paciente, será el especialista al que lo derive. “En mi caso, como el problema de base era dolor articular crónico, me atendió un traumatólogo. La consulta fue por videollamada: le conté sobre mis dolores, y que desde hacía un tiempo consumía aceite de cannabis y fumaba para aliviarlos. De rebote, me ayudaban con el insomnio y la ansiedad”, explicó Enrique.

El médico conectó todo: dolor articular severo probablemente acaecido a partir de un desgaste neurológico producido por la falta de sueño. Pero no hubo derivación ni estudios, solo una receta: “Me indicó cannabis como tratamiento paliativo y me aclaró que debíamos hacer otra consulta de seguimiento cuatro meses más tarde”. Sin embargo, al momento de realizarse esta nota, la consulta aún no se había llevado a cabo. En este punto del procedimiento, el médico vincula la receta con el código que el beneficiario obtuvo al registrarse en el Reprocann, y a partir de ahí conecta los datos y evalúa si aprueba el permiso o no. Toda esta información, si bien de forma anónima, queda registrada en la página de Mi Argentina.

Una semana más tarde, Enrique tenía permiso de portación y traslado en calidad de paciente: “El permiso es para tener hasta 9 plantas en flores en mi residencia, y para transportar un máximo de 40g en flores secas y hasta 6 goteros de 30ml. Y tiene una vigencia de un año”. Pero no es la única forma de registrarse en el Reprocann: también está la opción de hacerlo como médico (solo para recetar), como cultivador solidario (únicamente para cultivar para terceros sin fines de lucro) o como fundación o asociación civil. Transportar, solo transporta el paciente. Y el consumo en la vía pública, de momento, continúa estando prohibido.

Un cuelgue sin explicación

A fines de junio de este año, aproximadamente dos semanas después de que Enrique obtuviera su permiso, el Reprocann pareció haber detenido abruptamente el otorgamiento de las credenciales. A los primeros beneficiarios, transcurrida una semana o dos de la consulta médica, les llegó el resultado. Al día de hoy, hay personas que llevan hasta tres meses esperando que los acepten o bien los rechacen, luego de pagar y recorrer el mismo camino que los primeros. La página sigue ahí, uno se puede registrar, pero el trámite no llega a resolverse. “Quizás”, arriesgó Enrique, “se dejaron de otorgar los permisos para no vaciar el posible mercado futuro al que apuntan las plantaciones a gran escala de cada provincia”. Cierto o no, al Reprocann no se le puede consultar por este abrupto parate: es solo una base de datos. Encima, muchos cultivadores aún desconfían de inscribirse: “Hubo rumores en las redes, en grupos de cultivadores. En el Sur, por ejemplo, se supo de cultivadores que, luego de iniciado el trámite para obtener el permiso, fueron allanados en sus hogares”. Otros, sencillamente, prefieren arriesgarse a continuar en la clandestinidad.

Un proyecto que no prendió

Junto a otros cultivadores locales, Enrique presentó un proyecto de hidroponía al gobierno provincial. “Proyecto que, de alguna forma, contribuía a solucionar la crisis hídrica que padece la provincia, ya que consume mucha menos agua que el sistema tradicional de riego de cultivos”, destacó Enrique, y describió: “Creamos una sociedad, la inscribimos, conseguimos un inversor, el proyecto pasó por una comisión evaluadora en donde había agrónomos, gente del INTA, del CanMe, los cuales aprobaron la parte técnica del proyecto”. No obstante, en la reunión con el Directorio, a través de un mail, el proyecto fue rebotado. Solicitaron una nueva reunión y, palabras más palabras menos, “nos dijeron que no habíamos generado una imagen empresarial fuerte, que no se iban a arriesgar con una empresa que recién comenzaba, a pesar de que cumpliéramos con todos los requisitos”, se lamentó, y soltó la bronca: “También nos dijeron que no teníamos un buen contacto con una consultora con experiencia en el cultivo de cannabis, a pesar de que habíamos tratado con una consultora con experiencia en Uruguay y teníamos en vista reclutar para el proyecto a una ingeniera agrónoma con experiencia en Santa Fe”.

“Al final nos recomendaron añadir un invernadero al proyecto, para evitar que las plantas macho polinicen a las hembras, lo cual cuadruplicaba el costo de inversión y reducía las hectáreas para cultivo a una tercera parte del proyecto original. Conseguimos que el inversor acepte, pero aun así no hubo caso”, agregó. Hasta el momento, las empresas que han comenzado a trabajar esos cultivos en San Juan son empresas que, en la opinión de Enrique, han tenido mala experiencia en Uruguay por producir flores de calidad inferior a la solicitada por los mercados en los que se intentará vender, pero que tienen muchos años de experiencia en el rubro.

Casi un mal viaje

“La única experiencia que tuve con la ley desde que obtuve el permiso fue en Calingasta”, contó Enrique, y detalló: “Éramos tres chicos y una chica, todos cultivadores, pero solo yo con permiso”. Como el permiso era reciente, llevados por el miedo, decidieron ocultar lo que llevaban: algo más de 25g en flores. Cuando los paró Gendarmería entrando a Calingasta, y después de haber declarado que no tenían nada, los revisaron, encontraron la marihuana y los trasladaron al destacamento.

“Antes del traslado decidí mostrar mi permiso, pero ya era tarde: habíamos mentido y eso se considera un agravante”, se lamentó. Gendarmería hizo todo el procedimiento y los testeos de rigor pero, cuando el jefe del operativo habló con la jueza de turno, ésta determinó que les tenían que devolver la marihuana porque no excedía el máximo permitido. Después de perder casi todo el día por este motivo, fueron a Calingasta y, al volver al día siguiente, Gendarmería los paró otra vez. Eso sí, en esta ocasión mostraron el permiso de entrada, por lo que no solo la demora fue menor sino que, inclusive, un gendarme terminó por pedirles disculpas. “No parecían estar muy al tanto de la reglamentación, se mostraron más sorprendidos que otra cosa, era todo un acontecimiento”, afirmó Enrique, quien probablemente la próxima vez muestre su credencial sin tanto pudor.

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