Pan para hoy, pan para mañana: el caso de Brenda y la feminización del hambre

El caso de Brenda, la sanjuanina de 7 años que murió con bajo peso, como puntapié para el análisis de las causas estructurales de la pobreza infantil. Un análisis desde la perspectiva de género vinculada a la niñez.

El domingo pasado llegó sin vida una nena de 7 años al Hospital Federico Cantoni de Pocito. Los/as médicos/as confirmaron la muerte. Aparentemente, la niña tenía signos de desnutrición. Durante días, todo fue una nebulosa de especulaciones. Se habló de abandono, maltrato y una serie de acusaciones que sólo el morbo bien aceitado es capaz de elucubrar.

La autopsia de Brenda determinó que tuvo un ataque cardíaco provocado por una broncoaspiración. Se descartó cualquier tipo de violencia y abuso. De acuerdo con el relato médico, se percibió que la nena pudo haber estado atravesando por un cuadro de desnutrición. Cabe aclarar que nada de esto está aún confirmado y desde la UFI Delitos Especiales se ordenó una serie de análisis que puedan determinar cuál era la situación real que atravesaba la niña.

Las alertas que prendió la muerte de Brenda en lo relativo a la pobreza que viven los/as niños/as, hace que nos preguntemos sobre las políticas públicas de protección a la niñez y también que nos interpelemos sobre nuestro rol en este juego.

Desde hace décadas, la desnutrición infantil es un problema presente en la agenda pública y política de los distintos Estados y organismos. En un contexto de necesidades básicas insatisfechas, son los/as niños/as los que componen el grupo etario más vulnerable durante las contracciones económicas en épocas de crisis. Ahora bien, está el agravante que el hambre se vive de distinta manera entre hombres y mujeres. Esto, a pesar de que convivan en el mismo hogar, sean de la misma clase e incluso, si atraviesan la misma circunstancia excepcional; por ejemplo, una pandemia.

Los cuerpos de las mujeres y niñas como territorios de ataque capitalista

Del mismo modo que se habla de una feminización de la pobreza, se debe discutir sobre la feminización del hambre para explicar las realidades que viven las mujeres en los distintos ámbitos, incluso en lo relativo al alimento. Si reflexionamos sobre el tema, podemos hablar de prácticas discriminatorias en la división sexual alimentaria, mediante la cual es común que a un niño se le brinde más comida que a una niña por la creencia que ellos requieren de mayor energía. Y esto es clave, ya que la baja ingesta de nutrientes es el inicio del debilitamiento de las estructuras sociales, debido a que la malnutrición infantil es apenas el inicio de un camino de desigualdades en la obtención de capacidades y libertades vinculadas a una sostenibilidad de la vida apenas acorde.

Entonces, ¿cómo se le hace frente a este problema?

Argentina cuenta con diversas políticas públicas que tienen foco en el bienestar infantil: la Asignación Universal por Hijo, la tarjeta Alimentar, el Plan Argentina contra el Hambre, la Estrategia Nacional Primera Infancia Primero, entre otras tantas. Si contamos con un Estado presente en lo relativo a las infancias, ¿por qué aún no se puede erradicar la desnutrición de niños y niñas? 

Todas las medidas mencionadas están pensadas como políticas públicas de largo plazo destinadas a reducir las desigualdades que puedan incidir en el desarrollo integral de la primera infancia y también en la protección de sus derechos para alcanzar una ciudadanía plena. Claro está, los/as chicos/as deben estar pensados en plena facultad de su ciudadanía; es decir, como sujetos/as de derechos.

Hoy -y siempre-, la seguridad alimentaria de las infancias debe afianzarse desde distintos aspectos; por ejemplo: el acceso a una alimentación que permita que los/as niños/as desarrollen una vida activa y sana, y que esta satisfacción alimentaria sea tanto a largo como al mediano y corto plazo -en definitiva, que los/as niños/as coman hoy, mañana y siempre-.

Es que el hambre tiene el sello del capitalismo. No hay falta de alimentos, el tema en cuestión es que los alimentos son producto de lucro y el lucro está por encima de los derechos humanos.

Es curioso observar cómo ante la muerte de un/a niño/a, la primera inquietud que se construye es sobre la madre y de su capacidad de maternar. Es sistemático. Es imperativo intentar “leer” este tipo de situaciones – y por qué no llamarlas catástrofes-con una perspectiva de género y de clase. De hecho, ante el morbo de la gente apenas importa el duelo familiar, sólo se formulan las penalidades hacia una potencial mala madre y apenas se extenderá ese castigo social al varón. Se repite la misma historia: las desigualdades sociales forjan sobrecarga de responsabilidades en las mujeres y más si éstas son pobres.

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