Nylon, barro y adobe: lo que persiste después del temporal en los asentamientos marginales
Las lluvias de Santa Rosa dejaron a más de 5000 familias afectadas en toda la provincia. Un reportaje en el asentamiento Río San Juan sobre todo lo que queda después del temporal.

El día lunes primero de septiembre las montañas amanecen nevadas. El cielo todavía nublado, las calles todavía mojadas son el rastro del temporal de Santa Rosa. Usualmente ventoso, este año el temporal trajo consigo casi dos días de precipitaciones ininterrumpidas. El fenómeno climático, con un caudal de lluvia inusual, dejó daños en zonas de toda la provincia: barrios inundados, casas derruidas, familias evacuadas.
La mañana del lunes, en el asentamiento Río San Juan, en Santa Lucía, Ariel esquiva el barro con sus chanclas de goma y un cachorro en brazos. Sobre calles enlodadas, camina hasta la casa de Viviana Vega y la de Graciela Benítez. “Las dueñas del barrio”, dice. Viviana y Graciela viven enfrentadas, sus casas a 20 metros una de la otra.
Viviana se mueve casa por casa y comenta el estado de situación de cada familia. Cuenta que, por lo general, viven dos familias por casa. Señala la casa inundada de su madre, la casa de la abuela de Ariel “que está en cama hace años”, la casa del vecino al que se le cayó la pared el fin de semana. El asentamiento Río San Juan, situado en Alto de Sierra, consiste en chozas de nylon, adobe y caña donde viven alrededor de 70 familias que sufrieron las inclemencias del temporal de los últimos días. Graciela Benítez comenta que se trata de uno de los principales asentamientos de Santa Lucía.
A lo largo del fin de semana del 30 y 31 de agosto, el Gobierno provincial asistió a más de 5100 familias damnificadas en todo San Juan. Acá la asistencia llegó en forma de nylon, explica Anabella Corso mientras tiende la ropa en un cable que usa como soga. El sábado, Anabella tuvo que evacuar y partir a la casa de su madre con su marido y sus dos hijas pequeñas. En las paredes de su casa señala hasta dónde llegó el agua. “No puedo agradecer un nylon con los pies empapados por el agua”, dice. “Mi casa tiene piso, pero hay vecinos que están embarrados hace dos días”.
Viviana Vega coincide con Anabella: “No ha habido casa que aguante el temporal. No alcanza con un nylon para solucionar estos problemas. Esta es una zona inhabitable porque es un barrio de río pero lamentablemente no tenemos otra opción. No sé como han permitido la construcción de aquellos barrios privados». La referenta barrial señala terrenos cercanos al asentamiento que recientemente fueron adjudicados para la construcción de un barrio privado.
En el departamento de Santa Lucía el paisaje habitacional se transformó de manera notoria en las últimas décadas. Desde hace algunos años, al costado de la ruta, crecieron cada vez más barrios privados lo suficientemente alejados del centro de la Ciudad. A sus márgenes, los barrios medios y asentamientos precarios persisten en un contraste característico de la zona.


Pero ahora, en el Barrio Río San Juan los perros ladran, juegan, el caniche blanco de Viviana la sigue con sus patas manchadas. El asentamiento está cubierto de barro y basura dispersa. En la esquina, un camión cisterna vacía el pozo ciego. “Acá hay nidos de ratas y alacranes”, señala Viviana con naturalidad mientras camina.
Por su parte, Graciela Benítez cuenta: “Al principio éramos poquitos pero ahora somos muchísimas familias. Uno que ya está más viejo tiene su techito pero hay gente que recién se ha incorporado y con la lluvia debe ser un desastre”. El principio es hace 10 años atrás cuando llegó al asentamiento.
Después del terremoto del 18 de enero del 2021, los barrios fueron censados por el Ministerio de Desarrollo Humano, explica Graciela, que colaboró con el censo y desde entonces se consolidó como referenta barrial. En aquel momento, eran unas 45 familias. Al día de hoy, calcula que son alrededor de 80. Así lo confirma el Registro Nacional de Barrios Populares (RENABAP) que arroja un total de 77 familias viviendo en el asentamiento. ”En todas las familias vas a encontrar un promedio de tres niños por casa”, aclara.

En ese entonces les habían comentado la posibilidad de mover el asentamiento. “Acá hubo censos, hubo gente importante del Gobierno anterior. Se suponía que se iba a hacer un barrio detrás del asentamiento Pedro Echagüe —también en Santa Lucía—. Hubo una planificación armada, incluso se señalizó pero ya ni el cartel está”, explican las vecinas y referentas.
No puedo agradecer un nylon con los pies empapados por el agua”
Con sus particularidades, la situación se repite en barrios precarios de toda la provincia: el barrio La Esperanza, en Pocito; el asentamiento Pedro Echagüe, en Santa Lucía; Los Médanos, en Caucete. También en barrios de Chimbas y Rawson, dos de los departamentos más afectados por Santa Rosa.
De ahí que, por la tarde del domingo 31 de agosto, vecinos organizados de diversos asentamientos cortaron la ruta en reclamo por la falta de políticas habitacionales. “Durante el corte, hasta los mismos policías se acercaron a solidarizarse con nuestro pedido de auxilio”, asegura Viviana.
Graciela no puede corroborar de manera fehaciente, pero está segura de que el asentamiento se ubica en terrenos fiscales y cree que por eso nunca han sido desalojados. Sin embargo, la preocupación persiste. “Estamos a la deriva de que alguien nos diga algo”. Graciela y Viviana esperan esa respuesta hace años: un recibimiento, aunque sea una promesa. «En el sistema en algún lado estamos. La única meta que tenemos es llegar al Gobierno y que nos escuchen, que nos digan en qué lugar estamos dentro de sus proyectos», afirman.


A las 11 de la mañana, cuando Viviana Vega termina el tour por el asentamiento, llegan las camionetas ploteadas. Con botas de lluvia, credenciales y carpetas, el personal de Gobierno se acerca a las casas. La asistencia consiste en polietileno, mercadería y frazadas. En la puerta de la casa de su abuela —que está en cama hace años—, Ariel recibe las bolsas con el logo de San Juan Gobierno y responde las preguntas de un chico que anota en un cuestionario.
«Yo leo los comentarios. Nos tienen estigmatizados, nos dicen andá a laburar y eso te duele porque acá todos trabajan. Y se que es mi casa y yo la tengo que cuidar, pero hay gente que literalmente no puede», dice Graciela en reclamo por el derecho a la vivienda.
Viviana la mira y asiente. Se turnan para hablar, dicen que son la presidenta y la vice, aunque se disputan el primer lugar. “Nosotros nos cuidamos entre nosotros. Pero algo; algo les queremos dejar a nuestros hijos”, termina Viviana.