A 20 años de la crisis del 2001, el empleado bancario que sacrificó su trabajo por no callar la estafa del corralito

“Los Bancos prohibieron a sus empleados que participaran en las protestas, pero yo no iba a tolerar ni apoyar el robo y el saqueo a mis clientes”. Nicolas Gómez, fue empleado de jerarquía en Banco Sudameris en San Juan durante la crisis del 2001 y conversó con La Mecha para contarnos su experiencia.

En diciembre del año 2001, la televisión y la radio reproducen las noticias del hambre y la desesperanza. La pobreza alcanza niveles impensados, ante esto las organizaciones sociales se ponen al hombro la ardua tarea de mantener comedores populares y banderas de protesta en las calles. Los saqueos y cacerolazos se propagan por todo el país al grito de “que se vayan todos”, y finalmente se materializa la derrota política del modelo neoliberal en la huida del presidente Fernando De La Rúa de Casa Rosada en helicóptero. Hoy, 20 años después, buscamos retrotraer la historia del estallido social más importante de los últimos años en nuestro país.

Nicolás Gómez, alias Pirqui, tiene 65 años y vive en Santa Lucía. En el 2001 trabajó como responsable del sector comercial del Banco Sudameris (actual Banco Patagonia) hasta que lo despidieron por su rol activo en protestas contra los dueños del Banco.

A raíz de la ley de convertibilidad de 1991 (que dictaba que un dólar era igual a un peso argentino) y la crisis generada por esta medida, en 2001 el entonces ministro de Economía Domingo Felipe Cavallo resolvió imponer el famoso “corralito” en el país.

Nicolás Gómez resalta al respecto «La convertibilidad en los primeros años paró la inflación, pero a costo de la venta de los activos más importantes del país como aerolíneas, el cierre de ferrocarriles, las empresas energéticas, las telefónicas. Eso trajo una enorme desocupación porque las empresas que cerraban despedían a la gente y después no se volvía a reinsertar»

Así, el modelo –o la fantasía –neoliberal comienza a tambalearse. Sin la contención social que existe hoy en día, muchas familias quedaron marginadas del sistema, condenadas a la pobreza por las leyes del libre mercado. En respuesta, emergen incontables movimientos sociales que harán uso del piquete y la olla popular para resistir la debacle.

Una vez impuesto el corralito, los bancos retuvieron los depósitos de la gente –de familias que ahorraron toda su vida – sin comunicarles cuándo se les iba a devolver los ahorros. Además, se permitió retirar solo 250 pesos (o dólares que era lo mismo) por semana. Obviamente este monto no alcanzaba a cubrir los gastos mensuales de una familia argentina promedio por lo que esta medida contribuyó aún más al empobrecimiento de los trabajadores. «Era un golpe brutal» dice Nicolás.

En San Juan empleados públicos, docentes y policías pasaron 4 meses sin cobrar sus sueldos, lo que llevó al gobierno provincial, en ese entonces a cargo del gobernador Alfredo Avelín, a organizar el pago de salarios de manera sectorizada. Incluso una parte del dinero se entregaba en forma de cupones válidos para canjear por alimentos y combustibles. Además se otorgaban bonos LECOP que funcionaban como pago de deudas de servicios.

Nicolás comenta «El corralito fue la gota que rebalsó el vaso. Los cacerolazos se generalizaron en todo el país, “piquete y cacerola, la lucha es una sola” cantábamos en las marchas. Los Bancos prohibieron a sus empleados que participaran en las protestas, pero yo no iba a tolerar ni apoyar el robo y el saqueo de los bancos a mis clientes. Eran mis clientes, habían depositado sus ahorros en el banco porque me conocían a mí, no lo conocían al banquero, ni al presidente del Banco Central, ni a Cavallo. Conocían al Pirqui.«

«Mis compañeros bancarios, y en general en San Juan y en el país, no vieron que fuera un saqueo. Pensaron que el corralito duraría tres meses y que después el dinero incautado se devolvería como debía ser, pero yo me di cuenta que era una estafa descomunal. Eso me llevó a tener disputas con el gremio, no tenía ningún cargo pero era afiliado. Yo les decía: Hay que convocar una huelga de empleados bancarios y hasta que los banqueros no digan cómo van a devolver la plata, no volvemos a trabajar. Pero no querían comprender mi posición, estaba muy solo.»

«Mis compañeros querían cuidar su puestito de trabajo, a esa altura eso ya no me importaba, me importaba mucho más no ser partícipe o cómplice de la estafa de los Bancos. Y por eso me despidieron en 2002.»

Se produjeron protestas a lo largo y ancho del país y San Juan no fue la excepción. Si bien en la provincia no existe una tradición fuerte de movimientos piqueteros, sí ocurrieron saqueos donde la gente irrumpía en los supermercados para llevarse alimentos e insumos de primera necesidad que escaseaban. Los objetivos principales fueron comercios VEA, Átomo y el Híper Libertad.

Nicolás nos cuenta » En el Banco donde trabajaba había una pantalla en el salón principal y desde casa matriz nos ordenaron apagar el televisor porque todo el tiempo circulaban noticias de caos, protestas, enfrentamientos.»

Existía un panorama de desintegración social. Los niveles de desempleo y pobreza no dejaban de subir, la inflación aumentaba y el corralito dificultaba todo aún más. La nula capacidad de gestión del Gobierno Nacional era evidente. Para Nicolás «La imagen que daba De La Rúa era la de un inepto total, un hombre desbordado por la crisis y Cavallo es un verdadero criminal.»

El 19 de diciembre de 2001, aproximadamente a las 23 horas, el entonces presidente Fernando De La Rúa declara el estado de sitio. En un horario en que la gente caceroleaba, o volvía del trabajo, o paseaba por las calles; se le otorgó a las fuerzas de seguridad la libertad de reprimir a mansalva, cobrándose así 39 vidas en todo el país.

El día siguiente la televisión muestra las imágenes de un De La Rúa derrotado, subiendo a un helicóptero en la terraza de Casa Rosada que despega con rumbo incierto. Solo se sabe que ha presentado su renuncia como presidente de la Nación.

«Sentí un gran alivio, no teníamos ninguna certeza sobre lo que podía venir después pero sí sabíamos que ese tipo no podía conducir este país. No podíamos seguir tolerando ese nivel de dirigentes.» Dice Nicolás.

¿Qué nos queda a 20 años de aquél inolvidable momento? Sin duda el mensaje del individualismo y el “sálvese quien pueda” propios del neoliberalismo han calado hondo en nuestra sociedad. También esas ideas se reciclan y resurgen bajo nuevos nombres, nuevas caras, que amenazan con llevar a cabo el mismo plan de acción.

Sin embargo, hay que destacar que en este contexto de incertidumbre, de escasez y represión, fueron los movimientos sociales quienes trabajaron por sostener los valores de la solidaridad y la dignidad del pueblo argentino. Y marcaron el camino para que, años después, ese trabajo se continúe.

Hoy, luego de 20 años, queda claro que un Estado presente que impulse políticas de inclusión social es fundamental para garantizar el bienestar de la sociedad y defender los derechos de la clase trabajadora.

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