Las mujeres encendieron la mecha en Irán
Las protestas se esparcieron en todo el país luego de que una joven fuera asesinada por la «Policía de la moral» por no usar correctamente el velo obligatorio.
Lunes 26 de septiembre de 2022 – 17:15hs
Frente a los ojos de la multitud, una mujer en Irán prende fuego el velo con el que la obligan a cubrirse la cabeza. Otras la siguen. “Mujeres, vida y libertad”, se escucha en las movilizaciones que ocuparon la Universidad de Teherán y tantas otras ciudades de ese país. Hay también videos de algunas cortándose el pelo frente a cámara. Es que la rabia no alcanza y la represión es un precio a pagar para alcanzar la vida que les ha sido negada.
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Todo empezó cuando la «Policía de la Moral» iraní asesinó a golpes a una joven en Teherán, por no llevar bien puesto el hijab, el velo que cubre la cabeza de las mujeres en un país que las obliga a vestirse de esa manera. Mahsa Amini murió en el hospital, luego de algunos días en coma. Después de conocerse la noticia, en un país que por décadas ha instaurado políticas discriminatorias hacia las mujeres, ellas salieron a prender fuego todo.
Una ficción orwelliana
A Mahsa Amini la mataron. La policía iraní dice que no, que la llevaron a la comisaría y que la joven de 22 años en realidad sufrió un problema cardíaco después de ser arrestada, producto de una condición de salud previa. La familia niega que este sea el caso. Alguien que por favor le preste nuevas historias a la policía, que la figurita repetida en todo el mundo pareciera ser indicador de cierta falta de creatividad.
Por un lado, entonces, tenemos la acusación de tortura por parte de la policía en el trato hacia una persona que fue arrestada. El gobierno iraní ha prometido abrir una investigación al respecto. Pero no puede menos que helarnos la sangre saber que no es cualquier policía: que en Irán existe una «Policía de la Moral» (un nombre que parece salido de una ficción orwelliana) y que el motivo por el que Mahsa fue apresada fue el de violar el código de vestimenta que rige allí para las mujeres. Es que desde niñas, las iraníes deben cubrir su cabeza con un velo -el famoso «hijab»- y al parecer Mahsa no lo tenía puesto de la manera «apropiada». Eso le costó la vida.
Las protestas no se hicieron esperar y tampoco han cesado. Levantaron alto el recuerdo de Mahsa y la reivindicaron cada vez que prendieron fuego un hijab. Caminaron hasta la sede del gobernador en Saqqez, la provincia kurda en la que nació Mahsa, y arrojaron piedras. Se congregaron en el hospital en el que finalmente falleció. Corearon «¡Muerte al dictador!«, mientras se llevaba a cabo su funeral. Es que las movilizaciones se convirtieron en mucho más que Mahsa. Se sumaron los hombres y una furia generalizada hacia todo lo que representa la República Islámica, un régimen teocrático instaurado en 1979 que vino a reemplazar a la monarquía que había gobernado hasta entonces el país. Como su nombre lo indica, esta representa la compatibilidad entre una forma republicana de administrar el territorio y los preceptos de la Sharia (ley islámica). Así, el descontento silencioso que había permeado durante décadas las capas de la sociedad -que en su momento votó en un referéndum que quería esta forma de gobierno-, ahora sale a prender fuego lo que está a su alcance y a enfrentarse a la policía.
Tal es así que una publicación oficial salió a acusar a los reformistas de «explotar las emociones del pueblo usando un incidente desafortunado para volver a la nación contra el gobierno y el presidente». Eso mientras reprimen las calles y se cargan la vida de más mujeres y hombres iraníes. Por ahora no se conoce con exactitud la cantidad de muertos y heridos, sobre todo porque la gente está experimentando dificultades para acceder con normalidad a internet y las redes sociales. No es la primera vez que el gobierno iraní bloquea las comunicaciones con el objetivo de desalentar la organización de protestas y que se compartan más videos como los que hemos visto estos días.
El talón de Aquiles: la obligatoriedad
En Irán, desde el momento en que una niña cumple cierta edad, debe cubrirse el pelo. La clave está en el verbo: no es que puede hacerlo si así lo desea, es que no puede ir a la escuela, es que después no podrá conseguir trabajo. Es un delito punible no usar hijab en público siendo mujer y el castigo por violar el código de vestimenta pasa primero por la advertencia en la comisaría, pero puede ir después desde la flagelación hasta la prisión.
Esta medida se implementó en Irán a partir de la Revolución Islámica de 1979, como una manera de revertir la prohibición del velo en la vía pública, que había sido impuesta por el sah (monarca) Reza Pahlavi y que la revolución vino a destituir. Sí, contrario a la situación actual, hubo una época en donde usar hijab podía ser motivo de problemas. Según el escritor Ezequiel Kopel, como bajo el mandato del sah se buscó «occidentalizar» al país, en contraposición, quienes vinieron después identificaron el velo en las mujeres como símbolo de un rol de «guardianas de la Revolución».
No ha pasado mucho tiempo entre una cosa y la otra. Hay una generación que vivió los dos mundos y todavía vive para contarlo. Para entender mejor lo que está pasando en ese país, La Mecha dialogó con un joven ciudadano iraní -que llamaremos Arash, ya que prefirió reservar su identidad por motivos de seguridad-. Arash describe con una anécdota personal ese cambio rotundo que sufrió el país (y las mujeres en particular) cuando pasó de un sistema monárquico a una república islámica: «Mi madre ahora debe cubrir su cuerpo y cabello, pero tiene fotos en minifalda de cuando era joven, antes de que llegara la revolución«.
La vida en Irán se acomoda sólo a algunos espíritus pero no es la primera vez que las mujeres se revelan frente a esto. Ha sido sobre todo en los últimos años que han liderado campañas para que el uso del velo no sea obligatorio. Así fueron perseguidas y encarceladas. Es que no se trata sólo de no poder decidir cómo vestirse: casi que su vida entera depende del «jefe de familia», el padre o esposo define desde la clase de trabajo que puede tener hasta la posibilidad de divorciarse o heredar, entre tantas otras cosas. Algunes literalmente califican la situación en Irán como un «apartheid de género». Toca entonces hacernos la pregunta más difícil: ¿qué pasa cuando el relativismo cultural se topa con los derechos humanos?
La obsesión con el cuerpo de las mujeres, capítulo mil
Las protestas se han extendido a todo el país, incluso a pueblos pequeños más reacios a este tipo de comportamiento. Todo tiene olor a momento histórico y empezó de la mano de las mujeres. No, no es la primera vez que el pueblo se moviliza frente al régimen. Sólo hablando de la historia más reciente, entre 2017 y 2019 la gente salió a la calle, pero esa es otra historia. «Las protestas esta vez son diferentes por la escala y los objetivos. ¡Nunca han sido tan inclusivas! Todas las etnias, todas las ciudades, todas las clases sociales piden un cambio de régimen. Previamente el levantamiento se basaba en problemas como la pobreza, la inflación, el fraude electoral, la corrupción, pero esta vez se está apuntando a todo el sistema pidiendo la separación del Estado y la religión, pidiendo el fin de la teocracia«, aclara Arash. Él no cree que el régimen vaya a cambiar, pero asegura que Irán no será el mismo y que esto que está sucediendo «empoderará a otras mujeres de Medio Oriente para enfrentar a sus opresores».
Claro que en el mapa de la geopolítica, aquellos que se regocijan en el enfrentamiento que el gobierno de Irán mantiene con los Estados Unidos, esos que levantan la bandera de la resistencia a la hegemonía, no están contentos. Dicen que todo esto se fogonea desde Occidente y algo de razón tienen. El problema es que detrás de una computadora, cualquiera está dispuesto a lo que sea porque no es su pellejo el que se quema. Lo humano no les importa, sólo el movimiento de fichas en el TEG.
Que la chispa haya sido la obligatoriedad del hijab no es un dato anecdótico. Hay algo ahí siempre con el cuerpo de las mujeres (en Irán y en todas partes), una obsesión, un intento de controlar nuestra esfera más íntima para que ya nada nos pertenezca. Pero asumir que el hijab es un símbolo de opresión en sí mismo, es completamente desmerecer la historia de otros pueblos. Es legítima la pregunta sobre si incluso la elección individual no está en algún punto teñida por un sistema que siempre nos puso -de distintas maneras dependiendo del punto del mapa-, un escalón más abajo. Pero en cualquier caso, que una mujer obligada por su Estado a cubrirse la cabeza, queme su propio velo, no es lo mismo a que lo hagamos nosotras (aunque sea metafóricamente hablando). Más allá de que buscamos cierta estandarización de las cosas porque si no el mundo se nos vuelve imposible, mal que nos pese, hay cierta subjetividad en la definición de qué es opresivo y qué no. Lo que está pasando en Irán se convirtió en una nueva excusa para que el feminismo blanco saque a pasear su racismo e islamofobia, asumiéndose juez y parte en esta lucha, demonizando al hijab que para algunas mujeres es incluso símbolo de resistencia.
Arash opina que esta «es una lucha por la igualdad en todas sus formas. Las mujeres están tomando las calles como heroínas: se paran cara a cara con los guardias y queman sus velos. Es probablemente uno de los momentos más importantes en la historia del feminismo«. Con el nivel de riesgo que conlleva para las mujeres iraníes oponerse al mundo en el que nacieron, ¿qué más nos queda que el absoluto respeto y admiración? Pretender explicarles cualquier cosa parte de una soberbia que nunca entendió uno de los conceptos más importantes del movimiento feminista: la interseccionalidad.