Entre Lorca y flamenco, una velada en Panda House
Uno de los espacios culturales emergentes sanjuaninos fue escenario del ciclo artístico dedicado a la vida y obra de Federico García Lorca.

Panda House es un ecosistema. Un refugio donde los artistas sanjuaninos encuentran una estructura para hacer lo suyo. Un escenario amplio, un patio verde espacioso, una cantina con precios decentes para saciar el hambre y la sed. Un lugar donde algunos se hunden en sillones de plástico, como si estuvieran en el patio de la casa de sus viejos, mientras otros prefieren tirarse en el pasto.
Y no está mal, la verdad, hacerlo en una noche tibia de marzo, siempre y cuando el clima no se convierta en enemigo, como la semana anterior, cuando la lluvia obligó a reprogramar.
Uno llega caminando por esa calle diagonal que se esconde después de Meglioli, y lo que se ve desde afuera no da pistas de lo que pasa adentro. Casas, portones, la silueta de un galpón viejo. La gente se amontona en la entrada y se pregunta, entre risas y dudas: “Che, es por acá?”. Pero cuando uno cruza la puerta, es otro mundo: cambia la temperatura, cambia el olor del aire, casi que uno siente que está entrando a otra dimensión.

Dentro, un escenario con techo de chapa, parlantes, luces, consolas. Territorio artístico. En la pared lateral, el mural de un panda te recibe, como un guardián que te susurra: “Estás en mi casa”.
La cálida iluminación que cobra vida cuando el sol cae, te transporta a otra atmósfera, una que te hace olvidar que justo atrás, apenas a unos metros, está el Portho Gelatto de la Libertador.

Todo en regla. “Tenemos todos los permisos al día”, asegura Leo Tello, el creador de este universo. No es un espacio clandestino de esos que proliferan en los barrios, donde el teatro se hace como se puede, sin permisos ni baños. Acá hay un baño para damas y otro para caballeros, un detalle menor pero importante en ciertas noches largas.
El espectáculo estaba pautado para las 19:30. Pero esto es San Juan, no la España de la Guerra Civil. La gente fue llegando a medida que caía el sol.

La convocatoria había sido la semana anterior a las 21, pero por cuestiones climáticas se pasó al siguiente sábado a las 19.30. Quizás este cambio de horario también hizo que algunos despistados llegaran un poco más tarde.
De San Juan a Granada: un viaje lorquiano
“¡Qué Lorca!” es un ciclo artístico dedicado a la vida y obra de Federico García Lorca. Este segundo volumen del Ciclo Lorquiano combinó poesía, teatro, danza y música flamenca para homenajear al poeta fusilado. La producción estuvo en manos de Julián Riveros y Maru Pérez.
Uno escucha “poesía” y piensa en bostezos. Pero la primera intervención artística desmintió cualquier prejuicio. Pasadas las 20, irrumpió Bruno Cerdera con su “Limo de voces perdidas”, descendiendo desde la oscuridad y arriba del público.

“¡Silencio! ¡Silencio!”, se impuso con fuerza. Bruno le dio vida a su propio texto homenajeando al artista español. La actuación del personaje estuvo cargada de emoción durante diez minutos que rompieron el cálido hielo de la jornada. Cuando la escena terminó, los aplausos retumbaron en la estructura metálica del escenario.
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Después, Agustín Hierrezuelo tomó la posta con «¡Ay Federico!». Su interpretación, su vestuario, su gestualidad entre medio del público le dio forma a la tarde y se fue rodeado de aplausos.

Mientras tanto, el público seguía llegando, conversando, comprando cervezas Donata y pizzas caseras en la cantina. El ambiente estaba listo para más.
Hubo que hacerse más atrás. La Compañía Riveros Luna tomó el espacio con “No pasarán”. Tragedia, emoción, danza, teatro.
A metros del público, las velas, las luces, el movimiento armónico y el drama de las cinco artistas cautivaron a los espectadores con su performance.
A pedido de todos, Bruno Cerdera repitió su intervención. No era justo que los que llegaron tarde se perdieran semejante festín. Y luego, el humor: Las Beatrices. Paula Martín, Rodra Salas y Ceci Nievas, con acento andaluz y mucha picardía, hicieron reír y hasta levantaron a bailar a los concurrentes. El público entregado, el evento un éxito.

Faltaba la frutilla del postre. La música flamenca en vivo, de la mano de Daniel Gómez, Gabriela Gómez y la bailaora Ale Minet. Y así se fue la noche, entre braceos, zapateados y jaleos, con una Panda House convertida, por un rato, en un tablao andaluz, en una cueva de Granada, en un susurro de Lorca que sigue vibrando en la noche sanjuanina.