El viaje dentro del viaje

Abrazar la ruta desde una bicicleta puede ser una elección de vida. Florencia Guzzetta, cicloviajera cordobesa, indaga más en esta salida al ahogo del confort y propone otras alternativas.

Lo imprevisto parece ser la respuesta para resolver cualquier tipo de ecuación. En mi caso fue sobre qué escribir. La respuesta estuvo en el intermedio de un silencio, comentarle a un amigo que estaba terminando una nota y su respuesta fue precisa: “Hay una piba de Córdoba que anda bicicleteando el país, bancando el viaje con la venta de stickers. Justo está en San Juan. Deberías buscarla”. No hicieron falta más indagaciones.

Jueves de una semana sensibilizada en septiembre: esa fue la fecha que agendamos con Florencia Guzzetta, la cicloviajera . Curiosa entrevista de a tres, con ella y Blanqui (su bicicleta y compañera), con la previa advertencia de que los mates sólo eran bien recibidos porque entre nosotros no había harinas.

El surgimiento

Oriunda de Huinca Renancó, Florencia pasa del sur de Córdoba a Bariloche, no sin antes recibirse de Técnica en Turismo y Hotelería en Río Cuarto. Trabajando en Río Negro, finaliza la temporada de verano y aparece la pregunta. ¿Hay otra alternativa a la de volver a Córdoba a esperar hasta la próxima? Viajar. Como no podía verse lejos de la montaña, el destino fue Mendoza. El plan estaba clarísimo: desarmar la bici y viajar a San Rafael. ¿Era realmente así? “Un colega de hotelería que trabajó conmigo y que es cicloviajero, me dijo ‘Che, ¿y si viajás con la bici? Si estás re entrenada’. Para mí era como respirar. Me pasó data de alforjas, portaalforjas, y muchas otras cosas. ‘Vas a tener que viajar con menos carga material’, me dijo”. La decisión le significó todo un proceso interno: viajar en soledad, siendo mujer, en bici y a un lugar que no conocía. También hay otra razón: “Desde noviembre del 2021 que soy celíaca. Se detectó en medio de una situación de stress por trabajo. Fue como un aviso de mi cuerpo, de ‘Loca, no estás haciendo lo que realmente querés’. Me gustaba tanto el trabajo que se me había hecho el 99,9% de mi vida. Vivía y trabajaba en el mismo lugar que durante años fue mi hogar y donde entendí que podía hacer muchas cosas por mí misma y ser autosuficiente”. La decisión, incierta y segura, estaba tomada.

¿Mero vehículo?

Como adelantamos, para Florencia la bicicleta es una parte de sí. La acompañó en su trayecto académico y en cada emprendimiento. Y, sobre todo, en su catarsis y en su encuentro con ella: “En Bariloche era terminar los turnos (eran dos horas que las podía dormir pero no me importaba), agarrar la bicicleta e irme. Es mi cable a tierra y mi compañera».

Recorridos

Su viaje comenzó a fines de abril y lleva recorridos Bariloche, Mendoza y San Juan. El objetivo es pedalear toda la zona montañosa nacional y la llegada al norte le presenta la pregunta de si seguir o no. La respuesta está en lo vivido: “Todos me preguntan ‘Che, y una vez que topes con el Norte, ¿seguís?’. ¿Y por qué no? Muchísima gente me ha alojado y me ha dicho ‘Flor, qué bien que te veo, has crecido un montón en re poco tiempo’. Todo eso me incentiva. Es el click de darte cuenta que tenemos tanta gente buena en el país y en el mundo. Te alimenta para decir ‘Re quiero seguir’”.

El silencio frente a la ruta

En el tramo de Cañón del Atuel, compartió viaje con dos personas de Misiones y Buenos Aires, quienes venían pedaleando desde Ushuaia por la Ruta 40. Luego, con un cicloviajero uruguayo en Tupungato y, hace poco, con otro ciclista que planea hacer la ruta que conecta Argentina con Alaska. En San Juan también conoció a otro cicloviajero y visitaron Ullum: “A veces no terminas tan sola. Yo soy bastante sociable. Mi viaje también va por ahí. Conectar con la gente y que tanto vos como la persona que se pare dos segundos y me diga ‘A ver, qué vendes, qué onda, qué haces de tu vida’, me cuente algo. Me devuelva. Hay como un ida y vuelta en todo”. Igualmente, destaca que si viajara con gente, sentiría perder su esencia, su empoderamiento al estar con otros varones. La soledad es fundamental para la reflexión: “Ese détox del chipeo de la mujer que se deja ayudar en muchas cosas todavía está bastante complicado”.

El viaje deshilvanado

La preferencia de Florencia está en las comunidades alejadas. (¿Le recuerdan a sus raíces? Tal vez). Reconoce que allí ha encontrado mucha hospitalidad y que en San Juan eso es una particularidad. Destaca también que el viaje la ayuda a romper prejuicios (“Si vos me alojas, no voy a ver de qué barrio sos o cómo estás vestido. Me estás abriendo las puertas de tu casa”) y que, en gran medida, se quedó más tiempo en San Juan en comparación a sus anteriores paradas por una promesa a su abuelo: “Mis abuelos me criaron. Y él hizo el servicio militar en Caucete. Siempre me hablaba de San Juan, de Caucete, de la Difunta Correa y de la gente. Vine a cumplir una promesa a la Difunta. Siento que él me acompaña, me habla y me pone a personas en el camino. Acá siento eso: la calidez humana”. Florencia expresa que otro plus del viaje es la deconstrucción que acompaña todo lo anterior. La importancia de desconectarse de lo mediático y salir, no a miles de kilómetros, sino al pueblo más cercano. Ahí hay otra realidad que pide ser conocida: “Anda al pueblo que está acá. Pero no vayas sin nada porque te van a robar. Anda y confiá y vas a ver que si te pasa algo, va a salir lo que está en lo más íntimo de nuestro ser. Esa bondad”.

Bonus track

Florencia es un dique desbordado. Tiene necesidad de conectar con el otro. De gritarle al mundo sus experiencias. Y ante la duda, siempre la misma respuesta: pedalear. Es que en los kilómetros que lleva recorridos, decenas de familias la han hospedado y su agradecimiento ha sido devolver todo lo que le han dado con ayudas en el hogar, charlas sobre ESI, dar clases de apoyo escolar, entre otras labores. Esos mismos kilómetros la ayudan cada día a desaprender cosas y abrazar causas comunitarias. Y, algo primordial, mostrar que las pibas pueden viajar solas.

En esas rutas, una persona le hizo una de las tantas eternas preguntas existenciales: “¿Quién sos?”. La respuesta está en la bicicleta, en que uno aprende en el mismo viaje quién quiere ser: “Eso se procesa en la ruta. Y es lo bueno de estar solo. Porque en la soledad es donde estás vos con vos mismo. Ahí está el otro quiebre. Esa es la otra grieta. Aprender a estar solo”. 

¿Cuál es el futuro? ¿Tiene sentido pensarlo? Allí aparece su deseo de escribir un libro con todas sus vivencias. Es que frases que dijo como “Somos un momento”, “Dar lugar al voluntarismo”, “Cada día es una historia” o “Volver a la raíz”, sintetizan la fuerza que empuja a Florencia a elegir esta vida y abrazar el misterio: “Si lo que sea que hagas, no lo haces con el corazón, es una vacación. Un hombre me dijo ‘¿Cuándo termina tu viaje?’. Y yo, ‘No, no tengo tiempo’, ‘¿Me permitís que te corriga?’, ‘Si’, ‘Vos tenes todo el tiempo del mundo’”.

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