El dolor de la desidia estatal: la batalla de los comedores comunitarios por sobrevivir

Desde diciembre de 2023, miles de comedores comunitarios de todo el país dejaron de recibir alimentos. La emergencia alimentaria se hizo presente y San Juan no fue la excepción. Hoy te contamos la historia y la situación de la Unión Vecinal Larman del departamento Rawson, que llegó a alimentar a un promedio de 600 personas.

“Mis hijos practicaban fútbol en la Unión Vecinal Larman, y yo era ama de casa. Un día una señora me golpeó la puerta para contarme que estaban organizando una olla popular para el barrio, y pedirme colaboración. Doné alimentos y me acerqué a la organización, en plena pandemia por COVID-19, así comenzó la historia de Ivana Saavedra como cocinera del comedor y merendero de la Unión Vecinal Larman.

Durante el confinamiento que vivimos en contexto de pandemia, las cocineras de los comedores comunitarios se pusieron al hombro la difícil tarea de alimentar a todo el sector popular que se encontraba encerrado, sin trabajo diario, sin entrada de dinero y con hambre. Este fue el caso de las 4 cocineras y vecinas de la Villa Libertador que pusieron en funcionamiento un comedor y un merendero en la Unión Vecinal del barrio.

Cuatro mujeres eran las encargadas de cocinar, servir y asistir a aproximadamente 100 familias con un total de 5 a 8 integrantes. Hablamos de 600 personas, de alimentar y acompañar a 600 personas en promedio, la mayoría de ellas, niños y niñas. “Hacíamos guisos, carbonadas, arroz, fideos, sopas, sémola. Si teníamos harina y queso, hacíamos pizzas y pan casero”. En ese momento, cocinaban en el fondo de la Unión Vecinal, durante el crudo invierno, sin puertas ni ventanas. “Corría viento y se nos volaba la llama, se nos apagaba el fuego”, contó Ivana. De a poco y con mucho esfuerzo, construyeron una cocina con horno, con anafe, con mesada, con utensilios, heladera, puerta y ventana. Ahora les falta lo más importante: la comida.

Los trabajadores de la Unión Vecinal integran el Frente Patria Grande y la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP), gremio independiente que nuclea a los trabajadores que no se encuentran en relación de dependencia.

El tiempo y la pandemia pasaron, el cucharón siguió girando y las ollas populares continuaron en funcionamiento durante tres días a la semana (martes, jueves y sábado). Con el correr de los meses, la cantidad y variedad de mercadería que llegaba a la institución fueron disminuyendo. “Llegaba menos comida y optamos por recortar un día de la semana”, explicó la trabajadora popular.

En agosto de 2023, fue la última vez que recibieron mercadería desde Nación y Provincia. “Eso nos alcanzó hasta diciembre. Con todo el esfuerzo del mundo hicimos que durara cuatro meses”, expresó Ivana.

Para diciembre de 2023, la cantidad de familias que alimentaban en el comedor se vio reducida en comparación con la época de pandemia. Eran alrededor de 25 familias, y, en ocasiones, se sumaban familias de otros barrios, como el Hualilán de Rawson.

El 28 de diciembre, el cucharón paró de girar y las ollas quedaron vacías. Poco más de 150 personas se quedaron sin su ración de alimento.

El comedor Larman no es el único en la provincia que tuvo que dejar de funcionar, la situación se multiplica en toda la República Argentina. Según el Registro Nacional de comedores y merenderos (Renacom) del ex Ministerio de Desarrollo Social hay unos 35.000 en todo el país que alimentan o alimentaban a más de 10 millones de personas. Además, en marzo de 2024, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) valorizó la canasta básica completa –de un hogar compuesto por 2 adultos y 3 niñas o niños– a $813.431.

La desidia estatal avanza, las oportunidades y condiciones laborales descienden y el pueblo pasa hambre. Hoy en día, las vecinas y vecinos de Ivana la siguen buscando, la detienen en la calle y le mandan mensajitos para consultarle cuándo vuelve a funcionar el comedor. “No nos alcanza». «No tengo para comer». «No tengo para darle ni siquiera un plato de sopa a mis hijos”, son los dichos de adultos y niños. “Me duele en el alma no tener una respuesta, y tampoco puedo alimentar falsas esperanzas, después de haberlos alimentado de verdad”, sentenció Ivana.

“Nos sacaron nuestro trabajo, nuestra rutina. Cuando nos faltaba algo para la comida, los mismos vecinos nos traían alguna bolsita de verdura, un paquete de fideos, condimentos, caldos. Nosotros sabemos cuál es la necesidad de cada familia, de cada niño”.

Frente a quienes sostienen el discurso de que los comedores son un «curro», Ivana asegura: “Tienen tanto odio que se desquitan con los pobres. No ven que hay muchísima pobreza, que no nos alcanza para comprar medio kilo de carne. Siguen apoyando la maldad. Me molesta mucho ver que a mis vecinos no les alcanza para nada, que laburan y no pueden alimentar a sus hijos”.

A cuatro meses del cese del funcionamiento del comedor, según Ivana, ningún merendero está recibiendo ayuda ni mercadería de Nación y tampoco a nivel provincial. “Hemos pasado notas en diversas oficinas y estamentos, pero no obtuvimos respuesta alguna, no nos escuchan”, expresó.

A pesar del panorama totalmente desalentador, las vecinas de la Villa Libertador, siguen manteniendo el merendero, que funciona en el predio de la Unión Vecinal. Para su desarrollo, recibieron algunas pocas donaciones de particulares y organizaciones sociales como la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Tierra (UTT). Además, son las propias vecinas las que cocinan bizcochuelos o semitas para entregarles a 25 niños y niñas, cuyo rango etario va desde los 3 hasta los 15 años de edad. “La idea es que opere 2 veces a la semana, pero en ocasiones no tenemos ni leche para entregarles a los pequeños”, culminó Ivana.

La situación de desabastecimiento y falta de apoyo estatal ha llevado a muchas familias a situaciones extremas, donde la única opción es recurrir a la solidaridad vecinal para sobrevivir. La historia de la Unión Vecinal Larman es solo un ejemplo de la realidad que enfrentan miles de argentinos en todo el país.

El llamado a la acción es claro: se necesita una respuesta urgente por parte de las autoridades para garantizar el acceso a alimentos básicos para aquellos que más lo necesitan. Mientras tanto, personas como Ivana y sus vecinas continúan luchando día a día para brindar un poco de alivio a quienes se encuentran en situación de vulnerabilidad.

La desidia estatal y la falta de políticas efectivas para combatir la pobreza y el hambre están dejando a millones de argentinos en una situación desesperada. Es hora de que las autoridades tomen medidas concretas y proporcionen el apoyo necesario para garantizar que nadie en Argentina pase hambre.

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