El Consejo Superior de la Unsj, entre la desidia pasada y la mayoría automática actual

Es el órgano máximo de gobierno de la casa de estudios. Las elecciones dejaron un esquema favorable a la administración de Tadeo Berenguer. Ante los problemas, el rol del escudero clave. ¿Y un gasto innecesario?

En general, la sociedad civil, o una parte de ella clasificada como opinión pública, no suele prestar atención a la importancia de los desafíos y conflictos que se presentan en el interior de la Universidad Nacional de San Juan, o de cualquier otra universidad pública. Es parte de un proceso de desconexión no inocente que la misma institución impone. La realidad política de la casa de estudios parece no afectar la vida cotidiana de los ciudadanos, pero nada más lejos. Las decisiones que se toman inciden en la vida de miles de estudiantes y docentes sanjuaninos. Basta con ver que la Unsj tiene el segundo presupuesto más importante de la provincia para dar cuenta de ello. Exactamente: 7.511.329.970 pesos, en 2021. Cómo se reasigne ese dinero modificará la vida académica o laboral de un sanjuanino. De mínima, de 20.000 estudiantes.

En las universidades -la de San Juan es pública y gratuita- las decisiones las toma el Consejo Superior, que es el máximo órgano de gobierno, aún por encima del rector, que valida o rechaza proyectos. Es, mutatis mutandis, como un gobierno de corte parlamentario al estilo de las democracias occidentales. Ergo, no es presidencialista -rectorista en este caso- aunque el presidente del cuerpo tenga atribuciones particulares. En teoría, esto significa que el Cs garantiza cierta diversidad y debate en la toma de decisiones. Están los cuatro estamentos representados y todos -los 39 miembros- pueden hacer uso de la palabra y proponer iniciativas.

Sin embargo, en la práctica es y será muy distinto. En las charlas de pasillo de los círculos políticos de las unidades académicas (cinco facultades y una escuela universitaria, también los institutos preuniversitarios) hay un nombre bastante acertado para calificar al Consejo Superior: “la escribanía del rector”. No es algo nuevo. Es un fenómeno que ocurre los primeros dos años de gestión de cualquier rector y que, si el timonel es hábil, puede extenderlo y controlar al cuerpo a placer. En esto, no hay diferencia con los movimientos tácticos que se dan en el Congreso de la Nación. Y es algo que sucede por los esquemas de poder que se configuran al momento de las elecciones. Obvio.

Fuente: UNSJ

Fruto de innumerables peripecias, con una pandemia en medio y el fallecimiento de la vicerrectora y candidata a rectora, Mónica Coca, la renovación de las autoridades de las Unsj demoró bastante. Primero, el coronavirus y la determinación del Distanciamiento Social, Preventivo y Obligatorio (Dispo) decretado por el presidente Alberto Fernández el 20 de marzo del 2020. Una Asamblea Universitaria decidió prorrogar el mandato del ex rector Oscar Nasisis hasta que pudiesen llamar a elecciones. Luego, una jugada inesperada -puede decirse sin temor a la equivocación, una jugada de salón- de la ex consejera superior Mónica Morvillo puso nuevamente en jaque los comicios.

La mujer acudió a la Justicia Federal, la Cámara de Mendoza hizo lugar a su pedido de parar las elecciones hasta solucionar la cuestión de fondos, qué docentes podían votar y ser elegidos y quiénes no. De manera que la elección se suspendió a horas de la votación. Parece chiste, pero es una anécdota, como dice la pibada. La noche del 9 de junio fue caótica, medios locales incendiando el teléfono de la consejera que manifestó no tener idea, que le dieran tiempo para chequear la casilla de correos. Diez minutos más tarde, la euforia de Morvillo llegó a todos lados y la incertidumbre conmovió a las fuerzas universitarias.

Aunque la situación merece un capítulo aparte por el perfil excéntrico de Morvillo, que un diario local bien calificó como “la Lilita Carrió sanjuanina”, sólo se dirá que la movida judicial estuvo encabezada por el luego candidato a diputado nacional por Consenso Ischigualasto, Marcelo Arancibia.

Tras los traspiés, las elecciones ocurrieron. Había cinco listas, encabezadas por: el decano de la Facultad de Ingeniería Tadeo Berenguer, el decano de la Facultad de Arquitectura Roberto Gómez, la decana de la Facultad de Filosofía Rosa Garbarino, el secretario de Obras de la Unsj, Jorge Cocinero, y el ex ministro de Gobierno de San Juan, Emilio Fernández. Hubo sorpresa. Si bien se sabía que habría ballottage -ninguno tenía el combustible de votos para alcanzar el 50 + 1 necesario para ganar en primera vuelta-, y también se sabía que Berenguer era número puesto, no se esperaba que un “sin tierra” como Cocinero fuera el contrincante. Justamente, el único que no tenía la tracción de la gestión al frente de una unidad académica.

Así las cosas, el 1 de julio, hubo ballottage. Ganó -por amplia diferencia diría un conductor televisivo- Tadeo Berenguer y Analía Ponce -figura importante en la victoria, madre de Eduardo Camus, líder una agrupación estudiantil hasta ese día poderosa, luego pasaron cosas-. Cocinero no pudo lidiar con la mala fama que tiene. Tres estamentos, salvo No docentes, lo señalaron como parte de un proyecto de la derecha en la universidad, que recortaría presupuesto y haría de la Unsj un lugar exclusivo. Por el contrario, a Berenguer lo protegieron y acompañaron sectores peronistas y progresistas.

Jugó su papel el Gobierno provincial. Los apoyos estuvieron para Cocinero. El armador de Sergio Uñac en la universidad, Sergio Mordacci, optó por él. La recién nombrada secretaria de Estado de Ciencia y Técnica, María Verónica Benavente, otra escuchada por Uñac, no se la jugó por ningún candidato. En tanto, por el lado del ex gobernador José Luis Gioja, la cuestión estuvo vidriosa. Su militancia -Creando, de Camus, e Ideas, de su sobrino, Juan Pablo Santiago Gioja- se dividió entre Berenguer y Roberto Gómez, respectivamente. Se sabe que el ex caudillo jugó para ambos. Pero trascendió una reunión con Cocinero en la previa al ballottage.

A nivel interno, Berenguer recibió la adhesión de Guillermo Velasco, candidato a decano de Arquitectura y hombre de Duro Gómez. También los sindicatos jugaron con él: Sidunsj de Esteban Vergalito y Adicus de Jaime Barcelona. Éste último estaba con Garbarino, pero se desprendió tras la derrota. El acompañamiento del decano de la Facultad de Exactas, Rodolfo Bloch, siempre estuvo, al igual que el del candidato a decano de Ingeniería, Mario Fernández, sucesor político de Berenguer. Por el otro lado, Garbarino selló con una fotografía su respaldo a Cocinero, también lo hizo el candidato a director de la Escuela de Ciencias de la Salud, Angel Pinto. Hubo una movida destacable: la candidata de la lista de Cocinero se bajó del ballottage en la escuela, Pinto quedó como vencedor y le dio el espaldarazo al entonces secretario de Obras. Al margen, el entonces aspirante y luego ganador del Decanato de la Facultad de Ciencias Sociales, Marcelo Lucero, dio libertad de acción. Si bien tenía y tiene cierta afinidad ideológica con Berenguer, no expresó a viva voz su apoyo, principalmente para no partir a su propio electorado.

Fuente: El País Diario

Siendo así, consagrados Tadeo Berenguer y Analía Ponce como ganadores, se procedió a la conformación del Consejo Superior. La mayoría, es natural, la tiene el oficialismo, que también había salido en primer lugar en primera vuelta. Y es lícito decir que es automática. Quien haya presenciado las sesiones se dará cuenta de la rapidez de los consejeros para levantar la mano ante cualquier pedido o iniciativa del rector. En general, no hay voces disonantes. Apenas la de Cocinero, que llegó al cuerpo por ponerse como primer candidato titular al Consejo en la lista de la Facultad de Arquitectura que encabezaba su alfil, Alejandro Álvarez, que salió segundo, con una muy buena performance.

El único bloque capaz de plantar bandera en las discusiones es el de los No docentes, que ya fueron antipáticos con el rector en las elecciones. Le llevaron la contraria a Berenguer en la primera sesión, cuando impuso a la académica Natalia Wortman como secretaria del Consejo, puesto que a lo largo de los años, por tradición y función, había ocupado un No docente. Los cuatro votaron en contra. El resto levantó la mano por la afirmativa luego de la intervención del escudero del rector y, desde ya, la figura más relevante, el decano Bloch. Por experiencia y por capacidad de confrontación, el titular de la Facultad de Exactas es el que pone orden cuando Berenguer titubea o no entiende el reglamento del cuerpo o simplemente se pone nervioso. En general, Bloch interviene y la situación se acomoda.

La segunda vez que Berenguer encontró oposición fue cuando intentó reducir el monto de las pensiones a los “derechohabientes” (familiares de trabajadores de la universidad fallecidos). Nuevamente, los No docentes levantaron la voz y argumentaron que su estamento es el más perjudicado. La discusión subió de tono y Docentes tomó la batuta, pidieron al rector que cambie de opinión y que haga una quita menor. Se logró. Hubo negociación y equilibrio. Algo que rara vez pasa.

Sin embargo, la inacción de opositores duros como la decana de Filosofía Myriam Arrabal o el director de Ciencias de la Salud, Angel Pinto, responde a la estrategia básica del Consejo en el primer año. Conceden que el rector esté en las mieles del mandato. De todas formas, no hay nada en juego, no hay discursos encendidos para dar, ni proyectos escandalosos para apuntalar o rechazar. Fuentes calificadas de su entorno reconocieron que ambos pondrán primera en la segunda parte del 2022.

Quizá por eso es que nadie hizo pública la acusación contra la administración actual por alquilar mesas y sillas para sesionar en el hall central del Rectorado y no usar la tradicional sala en el tercer piso. Muchos lo creyeron conveniente mientras arreciaban los casos de Covid-19 y la vacunación se acomodaba. Pero hacia los últimos meses, las críticas crecieron. No obstante, las fuentes indicaron que habrá prudencia por ahora.

Se notó particularmente en la penúltima sesión del 2021, cuando se pusieron en discusión las tres denuncias contra Berenguer y Ponce por asistir a un acto político del Frente de Todos en el Complejo Deportivo El Palomar. El ex candidato a diputado “dinosaurio” Marcelo Arancibia, el ex candidato a decano de la Facultad de Ingeniería Miguel Garcés, y el consejero Cocinero hicieron sendas presentaciones. Por reglamento, rector y vice se excusaron de dirigir el debate. Tomó posesión temporal Rodolfo Bloch, el consejero de mayor edad. Y todo salió a pedir de boca. Los representantes de los estudiantes de Creando y Hacer por Todos defendieron el accionar del hombre a cargo del Rectorado. Pusieron el audio con el discurso de Berenguer. Ayudó también Lucero, de Sociales, que, pese a no haber apoyado al actual rector, le es funcional. Finalmente, el cuerpo entero, con Cocinero incluido, echaron por tierra las acusaciones. Bastó una hora de discusión. Algo express. Así funciona, por ahora, el órgano máximo de la Unsj.

Nobleza obliga, las fuentes indicaron que Berenguer lidia con años de trámites, documentos y debates internos que son producto de la desidia de la gestión de la segunda gestión de Oscar Nasisi. Son hasta pasos de comedia los soliloquios del presidente de la comisión de Recursos Administrativos, Hugo Cícero. El hombre lleva una caja a tope con expedientes que datan del 2009 en adelante. Algunos regresan a comisión porque hay que reveerlos, otros,la mayoría, caen en abstracto.

Merece mención la distribución de alfiles en las comisiones. Bereguer colocó a Mario Fernández en Presupuesto y a Bloch en Reglamento e Interpretación. A caballo de las dos, asegura el normal desenvolvimiento de la gestión en los dos principales dolores de cabeza de un rector: la plata y las reglas. En cuanto a la relación formal con los estudiantes, en Acción Social y Becas hubo acuerdo entre Ideas y Hacer por Todos para posicionar a la militante giojista, Cinthia de Luca, como presidente, y tener como vice a un alumno del proyecto oficialista, Fernando Ortiz. 

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